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Las otras víctimas. Los atentados del viernes en París muestran que la “guerra contra el terror” decretada en 2001 por Estados Unidos y Europa no ha sido ganada tres lustros después y que, sin embargo, Francia emite ahora el mismo discurso del arranque del milenio del descontrol terrorista y se dispone a prolongar la misma estrategia.
El presidente Hollande, como antes W. Bush, llama a las armas, declara la guerra a los terroristas de dentro y de fuera de sus fronteras y lanza fuertes bombardeos sobre Siria (el Irak de Bush). E igual que el segundo Bush en la Casa Blanca, el ocupante de hoy del Palacio del Elíseo se propone conectar con la ira y el miedo de su pueblo a través de procurar más poderes al Ejecutivo para registros y vigilancia de sospechosos. También pide prorrogar la suspensión de garantías: las otras víctimas mayores del terrorismo y de las estrategias para enfrentarlo.
El pánico moral contra los musulmanes, surgido tras el 9/11, renace con fuerza este 11/13. Y un ánimo más oscuro sobre el islam se adueña de Francia, como lo reportan los enviados del NY Times. Pero hay centenares de miles de víctimas más: los migrantes. Veinticinco gobernadores republicanos exigen bloquear la entrada de refugiados sirios, a los que el inefable Trump sugiere equiparar al ‘Caballo de Troya’. Incluso hay quien perfila el fin del tratado que abrió la libre circulación de los europeos por todos los países miembros de la Unión.
La sangre es el mensaje. En suma, un severo retroceso civilizatorio prefigura esta nueva etapa del milenio del terror global. Y es que, en efecto, el tercer milenio ha traído la intensificación de un terrorismo internacional aparentemente fuera de control en cuanto a la capacidad de los gobiernos occidentales de prevenirlo y enfrentarlo con éxito en sus propios territorios.
Para sólo hablar de tres grandes metrópolis victimadas, entre decenas de otros atentados, el milenio y el siglo XXI empezaron con los demoledores ataques a las torres gemelas de Nueva York en 2001, continuaron con la carnicería humana de la estación de trenes de Madrid en 2004 y llegan a noviembre de 2015 con los sanguinarios golpes en diversos sitios públicos de París, que ocupan la actual agenda pública nacional y la agitada conversación de hoy en la globalidad.
La “guerra contra el terror” del presidente George W. Bush y sus aliados europeos transformó el escenario geopolítico, pero los hechos del viernes muestran que Occidente no ha resuelto ese reto.
Terrorismo y comunicación. Tampoco se ha encontrado solución a los problemas que desató el 9/11 en el campo de la comunicación. Y es que desde entonces fue imposible separar las consecuencias físicas de aquellos ataques, de los efectos que produjeron las representaciones visuales y la trasmisión en tiempo real a todo el planeta del abatimiento de metrópolis emblemáticas del liderazgo occidental.
Así lo sugiere el profesor de la Universidad de Manchester, Piers Robinson, destacado especialista en comunicación y política mundial, enfocado en conflictos y guerras. E igual que ocurrió hace 14 años en Nueva York, y 11 en Madrid, los ataques contra la población parisina del viernes pasado buscaban, a la vez, matar y trasmitir mensajes a la audiencia global, como diría el propio Robinson, para quien la atención de los medios al terrorismo importa y los actos terroristas son con frecuencia, en sí mismos, principalmente, una forma de comunicación.
El problema está en que sólo hasta aquí llega el acuerdo entre académicos, políticos y periodistas en el asunto. Porque de aquí en adelante el desacuerdo no hace más que ensancharse sobre si los medios, así sea involuntariamente, terminan sirviendo o no a las metas de los terroristas y, más que todo, sobre si hay fórmulas para garantizar el derecho de las audiencias locales y globales a saber lo que ocurre sin que eso se convierta en provisión del “oxígeno de la publicidad” que, según Margaret Tatcher, los medios le brindan a los agentes del terror.
Director general del Fondo de Cultura Económica