Algo en lo que pueden y suelen coincidir los partidos social-demócratas con los partidos liberales, es en las llamadas “libertades de conciencia”, tales como la opción del aborto en ciertas condiciones, legalidad de la diversidad sexual, el derecho a una muerte digna, la despenalización de las drogas, etcétera. Pero en México no tenemos ni un partido social-demócrata ni un partido liberal. Pese a lo cual, el PRD, que surgió del priísmo nacional-revolucionario asociado con una izquierda de corte marxista, fue adoptando y promoviendo tales libertades, logrando plasmarlas al menos en la Ciudad de México. Pero no fue todo el PRD, sino algunas corrientes y personajes en parte inspirados por la social-democracia. Es que la izquierda también ha mostrado un rostro duro e intransigente en esos temas (recuérdese la intolerancia y la homofobia en regímenes como el soviético o el cubano). Cierto que el obradorismo no cae en esa categoría, pero muestra indiferencia y cierto rechazo en esos temas. Fue Marcelo Ebrard, no López Obrador, quien impulsó tales libertades en la capital. López Obrador suele evadir esos temas, y si bien algunos consideran que se debe a su pragmatismo electoral (para no confrontar a los muchos electores conservadores), todo indica que ello responde más a sus propias convicciones (de inspiración bíblica).

Paradójicamente, la izquierda puritana coincide en esos temas con los partidos más conservadores de la gama política, que en el caso de México son el PAN (por su carácter confesional católico) y Encuentro Social (también confesional, pero protestante). Por otra parte, se podría esperar que en el PRI, defensor del Estado laico, hubiera respaldo a las libertades de conciencia, pero se ha mostrado tan conservador como el PAN. En varios estados ambos partidos se han aliado para impedir o echar abajo legislaciones que amparan tales libertades. Con todo, gracias esencialmente al empeño del PRD (o de algunas de sus corrientes) se ha ido avanzando poco a poco (y en algunas regiones) en esos derechos (con la ayuda de una Suprema Corte mayoritariamente con amplio criterio). Pero los pasos dados podrían ser echados abajo u obstruidos, como ocurrió con las iniciativas de Peña Nieto en materia de despenalización de la mariguana (pese a ser muy tímida) y la ampliación de los matrimonios igualitarios. A esto último atribuyó el PRI sus descalabros electorales del año pasado, sólo porque dicha iniciativa se presentó pocas semanas antes de la jornada electoral. Prefiere el PRI explicar así su derrota que por la verdadera razón: su endémica corrupción, política de impunidad y enorme cinismo. Por su parte, la Iglesia logró movilizar a suficientes feligreses como para intimidar a los priístas (y al gobierno mismo).

Ahora el PRD ha entrado en franco declive, del cual no saldrá bien parado. No perderá su registro pero dejará de ser opción de gobierno (incluso probablemente en su bastión capitalino) y quedará como un partido más de la chiquillada. La pregunta y preocupación es, ¿quién sostendrá e impulsará las libertades de conciencia? El PRD podrá seguir en ello, pero no tendrá ya la fuerza para hacerlo eficazmente. Y sin un PRD fuerte, los demás partidos podrán más fácilmente meter reversa. Quizá Morena no forme parte de ese esfuerzo regresivo (que sí despliegan tanto el PAN como el PRI), pero tampoco hará nada por impedirlo. En Morena no hay corrientes que puedan diferir o disentir de su líder máximo, y si éste no da mayor importancia a esas libertades, no dará el respaldo que sí ha otorgado el PRD. Así, la sustitución del PRD por Morena como eje de la izquierda pone en riesgo los avances que con gran dificultad se han dado en esos derechos y libertades, propios de un país moderno, abierto y tolerante, de una sociedad abierta que México jamás ha sido cabalmente (nuestra herencia virreinal sigue muy vigente en ese tipo de temas, y por cierto que en muchos otros también).

Profesor del CIDE.
Facebook: José Antonio Crespo

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