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Muchos celebran, con razón, la ola de nacionalismo frente a las agresiones de Donald Trump. Algunos lo traducen en un apoyo a Peña Nieto, no en lo que ha hecho o hará internamente sino en tanto jefe de Estado, encargado de dar la cara y tomar decisiones frente al orate que llegó a la Casa Blanca. No es sólo una mera reacción de dignidad nacional, sino un respaldo específico para que Peña llegue con más fuerza a negociar con Trump. Pero no se trata de un respaldo incondicional, sino sólo en la medida en que Peña adopte posturas firmes y que pongan por delante la dignidad y el respeto nacional en la negociación. Digamos que sobre la estrategia que debe seguirse frente a Trump, hay una gama de posiciones, en uno de cuyos extremos está la que podríamos llamar “pragmática”, que busca un buen acuerdo comercial al margen de valores como el nacionalismo o dignidad. Muchos empresarios participan de esa posición, y al parecer la de Luis Videgaray es más cercana a ella. En el polo opuesto se halla la posición “ultranacionalista”, enarbolada principalmente por grupos de izquierda, donde lo que más importa es la dignidad y el autorrespeto, incluso sacrificando cualquier acuerdo comercial y asumiendo los costos de ello. Todo indica que la mayoría de la población está concentrada en la mitad “nacionalista” (sin llegar al extremo) y son mucho menos los que se hallan en la mitad “pragmática”. Mientras Peña adopte una postura más cercana al nacionalismo, recibirá más apoyo, y viceversa.
La posición pragmática se expresó con toda crudeza durante la visita de Trump el año pasado, generando gran rechazo y crítica al gobierno. Lo contrario se ha dado —en buena medida— tras la asunción de Trump como presidente. El lunes siguiente Peña adoptó una posición no de confrontación, pero sí firme y digna, anunciando diez objetivos básicos del interés nacional y aclarando que no aceptaría un acuerdo indigno al país; que antes de eso nos levantaríamos de la mesa, si bien esa no era la mejor opción. De inmediato recibió el espaldarazo de todas las fuerzas políticas de oposición. Pero cuando el miércoles siguiente el equipo negociador encabezado por Videgaray fue recibido con una orden ejecutiva para construir el muro, sin ser avisado, nuevamente surgió una ola de indignación; se dijo incluso que de aceptar Peña la visita del martes 31 de enero, el respaldo brindado se le retiraría. Pero Trump se adelantó, orillándolo a cancelar, y eso volvió a generar nuevo apoyo. Sin embargo, al parecer Videgaray insiste en aplicar una línea más bien “pragmática”; continuar las pláticas sin importar demasiado las ofensas, humillaciones y amenazas.
Y como parte de esa política de “apaciguamiento”, sobrevino la llamada entre los presidentes el viernes siguiente, que Dolia Estévez dijo (según sus informantes norteamericanos) que incluía nuevas amenazas ante un Peña amedrentado. Si eso fuera cierto, habría que suspender toda negociación por ahora. La SRE desmintió esa versión, y algunos ponen en duda el contenido revelado por Estévez, pues suponen que sus informantes dijeron lo que dijeron también para debilitar a Peña. En esta versión veríamos también la intención del gobierno de Trump de seguir intimidando y humillando a Peña para obtener una mejor negociación (para Estados Unidos). Cualquiera que sea la versión correcta, es claro que Trump sigue jugando sucio, lo que lleva a quienes están más cerca de la postura “nacionalista” a costa de la negociación a exigir alejamiento por el momento, hasta que haya señales positivas y respetuosas de allá (si alguna vez ocurre eso). En la medida en que el gobierno insista en jugar “pragmáticamente” volverá a perder respaldo social, acercándonos nuevamente a la situación que prevaleció cuando la visita de Trump durante la elección; de abierto y abrumador repudio y oposición a esa postura. Pero Peña parece sólo hacer caso a Videgaray, y éste parece insistir en continuar por la vía pragmática, sin importar (casi) el costo en términos de dignidad y autorrespeto nacional. El respaldo a Peña es pues condicionado, y por ende parece frágil y quizá efímero.
Profesor del CIDE