Más Información
Más frío que el corazón de tu ex, así será el clima para este fin de semana; prevén lluvias y caída de nieve en estados
Pide resguardar 15 mil millones de solicitudes al Inai; buscan no se pierdan “Toalla Gate”, “Estafa Maestra” o la “Casa Gris”
Ministra Yasmín Esquivel aclara video sobre supuesta compra de joyas en crucero; “es una campaña sucia”, acusa
Bomberos mexicanos llegan a California para combatir incendios; gobernador agradece apoyo a Sheinbaum
¿Independientemente de quién gane las elecciones del Estado de México el día de hoy y con qué margen de votos, el próximo gobernador o gobernadora tendrá entre sus retos más grandes, gobernar democráticamente una de las entidades federativas más complejas de la República, por la dimensión de su geografía y demografía, pero también por lo polarizado y fragmentado que habrá de quedar la representación política en las distintas instancias del poder público local.
Si las encuestas no fallan, el próximo gobernador o gobernadora será electo con aproximadamente un 30% del voto total emitido. Esto, al margen de que la votación haya sido copiosa o no. Lo que quiere decir que el 70% de los electores mexiquenses no votarán por la fórmula ganadora, lo que también se puede traducir en un rechazo, más que en una aceptación. Son las ironías de la democracia, cuando está mal ensamblada la maquinaria que produce leyes y procesos electorales.
El actual sistema electoral está diseñado para fragmentar el voto, teniendo como consecuencia una representación política fragmentada, en donde ningún partido por sí mismo y difícilmente con sus coaliciones electorales, alcanzarán a crear gobiernos de mayoría. Cuando se elige al mismo tiempo al Congreso como al Ejecutivo, el resultado en las actuales circunstancias es muy predecible, porque se instaura lo que se conoce como un gobierno dividido. El Poder Ejecutivo es apoyado por un partido o coalición, pero en el Congreso la oposición es mayoría, creando bloqueos constantes entre los poderes públicos y, con ello, claros escenarios de ingobernabilidad o bien, propiciando chantajes legislativos en donde la producción de leyes pasa por un mercado de prebendas políticas indebidas. Me pregunto, ¿a quién le sirve y funciona un sistema con estas características? A nadie que con seriedad entienda la función y esencia de la política.
¿Es nuestra amplia pluralidad de partidos políticos nuestro mal mayor? Yo creo que no. Al contrario, una competencia que tiene distintos actores es mejor que tener una muy reducida oferta de propuestas, más en un país en donde somos muchos Méxicos. El problema es que nuestro actual marco legal produce gobiernos con poca legitimidad, por el bajo apoyo popular con el que son electos, así como problemas de gobernabilidad, por la conformación de los poderes públicos cuando hay de por medio una alta fragmentación del voto.
Si bien no hay recetas mágicas para resolver los problemas de representatividad y gobernabilidad al mismo tiempo, en distintos sistemas políticos democráticos han recurrido a la figura de la segunda vuelta electoral, para intentar armonizar los beneficios de la pluralidad con legitimidad y funcionalidad de un sistema político que aspira a ser democrático.
Aunque hay múltiples variantes de esta figura, comúnmente está diseñada para celebrar dos elecciones en un periodo de una a dos semanas. En la primera participan todos los partidos políticos con registro, sin derecho a competir en coalición. Si ninguno de ellos alcanzó más del 50% de los votos, se va a una segunda vuelta únicamente con los dos partidos que tuvieron el mayor número de votos. Por obvias razones, en la segunda vuelta electoral habrá un ganador con más del 50% de los votos.
En principio se resolvió el problema de la legitimidad. Hay un ganador con más del 50% de los votos. Pero hay más que eso: se incentiva que los partidos políticos puedan llegar a acuerdos, a negociaciones, con base en la fuerza de cada uno de ellos en un proceso electoral. Esto es muy bueno porque se respeta la pluralidad pero también el peso de cada partido.
Es cierto que la segunda vuelta tiene un efecto reductor en los partidos políticos, más en los que son de tendencias extremas, pero hasta ahora es la única figura que ha logrado ofrecer armónicamente libertad, pluralidad, legitimidad y gobernabilidad.
Nada mal para un país que requiere urgentemente un nuevo pacto social. Mejor hacerlo en consenso y unidos que por tercios fragmentados.
Académico de la UNAM