En 1949, George Orwell publicó su famosa novela 1984, para ironizar, denunciar y criticar a los sistemas políticos totalitarios, a los gobiernos que negaban todo tipo de libertades y derechos de sus ciudadanos, por medio del espionaje, la propaganda oficial y otros medios de cooptación o coacción intimidantes. Claramente se refería a la antigua ex Unión Soviética y a todos los países satélites de Europa del Este que la acompañaron en una de las páginas de la historia más lamentables de que se tenga memoria, por la violación masiva que hubo de derechos humanos.

El ministerio de la verdad con el que Orwell se divertía para evidenciar las prácticas dictatoriales, se hacía de toda información posible de los ciudadanos y de los burócratas que servían al sistema que imaginó, para controlar las vidas y pensamientos de toda la sociedad. La suposición de Orwell era que en las dictaduras nadie tiene derecho a tener ideas propias para generar una opinión crítica, libre e independiente. Una manera de matar e inhibir la posible irrupción de la democracia, por medio del diálogo y la deliberación pública.

El gran hermano, veía todo y escuchaba todo para manipular o bien para intimidar a quienes vigilaba. Lo que en su momento fue una suposición exagerada de control y espionaje que ejercía un sistema antidemocrático, hoy es una realidad. O al menos una posibilidad que puede ejercer cualquier Estado por medio de nuevas tecnologías de la información.

El Estado tiene diversas formas de entrar en nuestra intimidad para saber de nosotros hasta los más insignificantes detalles de nuestra vida, bajo el supuesto de actuar en nombre de las libertades, la seguridad y la democracia, en el mejor de los casos. El gran hermano de Orwell ya no es parte de una novela ficticia, es un hecho que forma parte de nuestra realidad presente, con la que debemos de acostumbrarnos a vivir.

La diferencia es que, en algunos casos, hay nuevos instrumentos tecnológicos de información que pueden ser complemento para fortalecer la democracia, irónicamente, como es el caso de Periscope, que en días recientes ha generado un debate importante sobre el uso que puede tener en actos de gobierno. En actos de autoridad.

Gracias a las redes sociales y a una nueva figura de gobierno, llamado city manager de la delegación Miguel Hidalgo, es que nos hemos enterado en tiempo real del comportamiento que tienen diversos ciudadanos frente al cumplimiento de leyes cívicas. Reglamentos que principalmente sancionan al ciudadano que rompe con un acuerdo básico de civilidad, educación y armonía para vivir en una colectividad, con mínimos estándares para la sana convivencia. Estos ejemplos son ilustrativos del porqué en México aun no tenemos un verdadero Estado de Derecho, porque el poder aún sigue sometiendo a las leyes, cuando es totalmente lo opuesto en los países desarrollados, porque han hecho de la observancia de la ley su guía principal de organización e integración social.

El uso del Periscope por parte del city manager, nos ha revelado el desprecio o la negligencia que tiene el ciudadano empoderado para cumplir con la ley en temas muy elementales, como es depositar la basura en su lugar, o bien para indicarle a los guardaespaldas que los cuidan que estacionen los carros en lugares apropiados, para no obstaculizar el libre tránsito de los peatones.

Claro que todo acto de autoridad debe de estar fundado y motivado y este es el caso en que no hay fundamento legal explícito que habilite al city manager para utilizar este tipo de herramientas que en breve tiempo ha dejado una buena base para la formación de ciudadanos más conscientes y responsables con su entorno y con el respeto que deben observar por los derechos de terceros. Lamentable que sea por medio del escarnio y del escándalo, pero efectivo para una sociedad urgida de hacer valer la ley como único medio para la sana convivencia social y pública.

Académico por la UNAM

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses