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Cuando no hay confianza todo se vuelve más caro, más lento y las personas logran hacer menos. Cómo recobrar la confianza en las instituciones del Estado es un tema que nos debe ocupar para procesar de mejor manera los asuntos que nos conciernen a todos. No obstante la importancia de la confianza en el quehacer diario que encargamos a otros de la vida pública, en lugar de ir para adelante parece que en muchos aspectos vamos hacia atrás.
En los resultados de la reciente encuesta sobre la confianza en instituciones presentada por Buendía y Laredo (entrevistas entre el 9 y 20 de marzo), las cuatro instituciones a las que más se les confía son: en primer lugar, la Marina; en segundo lugar la UNAM, en tercer lugar la Iglesia católica, seguida por el Ejército. De 2009 a la fecha los partidos y la policía se han ganado in crescendo el descrédito. De igual manera ha perdido confianza el antes IFE y ahora INE. Por el contrario, las instituciones que han recuperado confianza perdida son la CNDH, la Iglesia y la UNAM.
Los resultados expuestos convergen con las mediciones de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (bianual), del Inegi, de mayo de 2016. Ésta da cuenta de la percepción que tiene la población sobre la frecuencia de corrupción. Tanto en ministerios públicos, diputados y senadores, gobierno federal, estatales y municipales, partidos políticos, así como en jueces y magistrados, la población los percibió más corruptos en 2015 que en 2013. Los policías son los que se perciben como los más corruptos, y por entidad federativa sobresalieron los del DF, seguidos por los de Sonora, Edomex y San Luis Potosí. En contraste con la percepción, cuando se les preguntó sobre si tuvieron contacto con algún servidor público y experimentaron un acto de corrupción, el porcentaje se incrementó de 12.1 a 12.6%.
Estas mediciones sugieren que como sociedad nos tenemos que involucrar más y de mejor manera. Es muy bueno que haya organizaciones de la sociedad civil organizada que vienen haciendo señalamientos; sin embargo, esto es insuficiente. No podemos conformarnos, y resignarnos a aceptar que los partidos y los diputados y senadores no generen confianza y además se les perciba como corruptos. Esto debe cambiar.
En definitiva esta lamentable condición en la que la población ubica a las instituciones sí puede cambiar. Como podemos constatarlo, por más cantidad de “spots” en radio y televisión y otros medios como redes sociales, la vía para cambiar la percepción negativa no es esa. Lo que sí es efectivo es cambiar los incentivos de quienes ponemos a cargo de las instituciones. No es suficiente el escarnio público al sacarlos en primeras planas o en los programas de opinión de radio y televisión. En contraste, los incentivos sí cambian cuando las acciones de la Auditoría Superior de la Federación y las contralorías internas tienen consecuencias. También se crean incentivos para que las instituciones públicas trabajen mejor cuando son los ciudadanos los que hacen las reclamaciones correspondientes por la vía judicial.
Tenemos que inventar las instancias que obliguen al cumplimiento estricto de la ley. Como lo ha apuntado el politólogo Luis Rubio, el México de la alternancia, al que se ha llegado por la vía democrática, está aún muy lejos de lograr los mecanismos eficaces que logran la coacción de lo establecido en el marco jurídico. Desde 2001 hay legislación en materia de transparencia de la información sobre los entes públicos; ahora recientemente se aprobó el Sistema Nacional Anticorrupción; pronto habrá fiscal general y se está por nombrar al primer fiscal anticorrupción. Estas son las instancias y cargos a los que se está apostando para generar los incentivos. De ahí la importancia de quién llegue y cómo llegue. De atinarle, los acicates estarán bien puestos para que a los mexicanos el gobierno nos cueste menos en dinero, tiempo y corajes.
Economista.
@jchavezpresa