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Normalmente julio es el mes de las vacaciones de verano en Europa; la multitud se va a la playa, algunos van a la montaña para huir de la canícula que en esta ocasión se puso tremenda: 40 grados en París. La política también se toma un descanso. Pero no en julio de 2015. La interminable crisis griega invadió todos los espacios y creó un suspense que Hitchcock hubiera apreciado. ¿Saldrá Grecia de la Unión Europea? ¿Va a desaparecer el euro? ¿Europa misma? Los más honestos entre los economistas terminaron reconociendo que ni idea tenían de lo que estaba pasando, de lo que podía pasar. Finalmente el gobierno griego dio su brazo a torcer pero nadie se siente aliviado, tan incierto es el futuro, tan graves las divisiones en el seno de cada país, entre los países. Que la extrema derecha francesa apoye al gobierno griego, de extrema izquierda, no me sorprende puesto que en lugar de aliarse a los socialistas griegos, Alexis Tsipras lo hizo con dos partidos de extrema derecha. Las paradojas son muchas y comparar a Angela Merkel con Bismarck o con Hitler es una estupidez.
En julio, Europa ha demostrado su impotencia, su inexistencia en cuanto a gobierno, diplomacia, defensa. Frente al vacío político, el Banco Central Europeo se impuso como la única institución federal. No hay integración económica y las instituciones actuales son impotentes frente a unos Estados divididos. Otro fracaso ha sido la imposibilidad de ponerse de acuerdo para manejar la crisis de la migración salvaje que lanza cientos de miles de personas al Mediterráneo para llegar a la tierra prometida. Y el tercer fracaso del verano es la ineficiente respuesta al reto del terrorismo en su nueva forma de yihadismo mundial que utiliza hábilmente ciudadanos europeos marginados o perturbados.
En un informe intitulado Generación radical, el diputado socialista francés Malek Butih teme que la deriva islamista en Francia ( y en otros países europeos) se transforme en fenómeno de masa. El éxito del Califato en reclutar jóvenes en Europa se debe a su adhesión a un proyecto político que entra en resonancia con sus preocupaciones internacionales y su rechazo de los valores democráticos. El número de jóvenes “brigadistas” que van a pelear en el Medio Oriente aumenta constantemente. Yihad igual a solución global a todos los problemas. Curiosamente, mientras aumenta la amenaza, los gobiernos europeos no dejan de reducir el tamaño de sus ejércitos. En política hay que saber escoger. Si el mundo de hoy es más peligroso que el de ayer, no puede uno desarmarse.
El 14 de julio, como cada año, el ejército francés desfiló en los Campos Elíseos. El desfile más raquítico de la historia, 3 mil 300 soldados nada más. Por razones de economía, pero también porque el ejército está luchando en varios países de África y vigilando, desde los últimos atentados, aeropuertos, ferrocarriles, sinagogas, escuelas. Una buena noticia, el presidente francés, con nuestro presidente mexicano a su lado, pudo apreciar la gallardía del pequeño contingente mexicano; los franceses admiraron unas banderas desconocidas, un paso diferente, pero más que todo las águilas fetiches que acompañaban a nuestros soldados. No faltaron espíritus críticos, tanto en Francia como en México, para denunciar la invitación lanzada por el presidente Hollande a su colega mexicano. Ni modo, fue una visita importante y necesaria.
Por desgracia, en España, el suspense catalán, tan largo como el griego, no termina y la independencia se ha promovido de manera demagógica, “convirtiendo cada desacuerdo en un conflicto sin salida”, como bien dijo Josep Colomer en “la subasta catalana”. Por desgracia, la guerra es el pan de cada día en el este de Ucrania, por más que lo callen los medios de comunicación. De la misma manera, Turquía sufre los ataques del Califato y averigua que su presidente crió cuervos.
Investigador del CIDE