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Por donde van a pasar los hechos pasan antes las palabras.
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La ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia.
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Lo que se ha hecho suficientemente no tiene por qué repetirse.
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El hombre acababa de salir de una grave enfermedad. Su mujer, arreglándose las pestañas frente al espejo, le preguntó:
—¿Cómo te sientes?
Él se encogió de hombros.
—Pues…
—Ya tienes mejor cara —contestó ella sin mirarlo, sin apartar los ojos del espejo.
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Hay sueños de los que ya no despertamos aunque mantengamos los ojos abiertos durante la vigilia.
