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Les invito un café. Y déjenme compartir algunas estampas con motivo del 30 aniversario del terremoto que sacudió a la ciudad de México y a varios estados del país, aquel 19 de septiembre de 1985.
Jóvenes al Escenario: hoy son más las personas que viven en la Ciudad de México que nacieron después del temblor, que quienes lo vivimos en toda su intensidad. Sí, cambio demográfico que le dicen. Y sí, una obviedad me espetarán. Pero el dato importa porque en la piel de los que tenemos más años está tatuado ese eterno vaivén, la tierra que no se detiene; edificios que se desploman y se desbaratan, se hacen polvo; ese silbido intenso del gas que se escapa de sus tanques y ese olor mortalmente dulce, mor-tal-men-te-dul-ce. Dulce. Muerte. ¿Cómo transmitir la alerta activa a quienes no se han preocupado por estos temas? ¿O no los han vivido? ¿O no así?
Cultura de la Prevención: importa, pero nos la tenemos que tomar en serio. Ayer, septiembre 19, macro simulacro en el país. Lector, lectora queridos: ¿notaron cuánta gente participó en el simulacro? ¿Usted participó en el simulacro? Fue en sábado, en día de menos actividades laborales. En la cuadra en la que vivo salimos a la calle 10 vecinos y dos perros. Nada más. Y eso que la alarma sonó fuerte. Pero la gente en los restaurantes sin moverse, las fondas sirviendo el almuerzo del día, todos en plan de “no es en serio, pa qué te aceleras”. Las historias se repiten: vivo en un edificio con 16 departamentos, bajamos dos personas y un perro; de unas 86 familias que viven en mi unidad, salimos cinco; yo estoy en un hospital y sólo se activaron algunos médicos y enfermeras, los familiares ni se movieron. Unos chavales de secundaria, obligados a participar, fueron contundentes: tanto para nada. Otra persona me reclamó: que hagan los simulacros entre semana; en sábado estamos dormidos o dispersos. Muy bien, pensé, al fin los sismos suelen suceder sólo en días laborales, nunca en fines de semana ni en vacaciones. Así las cosas. Pero luego, cuando pase algo, sabremos activar el coro para mentarle la madre al gobierno (al que sea) por inepto y por no prever un carajo. La joya de la mañana me la regaló un tuitero: “recuerda, Gabriela, que participar en el simulacro es hacerle el juego al gobierno”. Me rindo. A veces 140 caracteres me dejan sin palabras.
Somos Bien Solidarios: esa es la historia que hemos cultivado desde aquel 1985. Y sí, cómo olvidarlo. Un gobierno ausente, frío, incapaz de cualquier empatía. Mientras la ciudad de México se caía en pedazos y los muertos se sumaban, las autoridades no articulaban presencia solidaria. Y los vacíos… se llenan. Por eso tomamos, sí, en plural, el orden en nuestras manos: para rescatar, ayudar, informar, trasladar. Lo que fuera. Manos en fuerza hormiga que nos hicieron sentir menos solos y nos permitieron plantarle cara a un gobierno timorato y esquivo (y no me refiero sólo al de Miguel de la Madrid). Años pasan y sería bueno saber cómo andamos de nuestro termómetro solidario. Y deberíamos poner en perspectiva también qué de la sociedad civil se organizó más allá del suceso, qué terminó pervirtiéndose en sus propias dinámicas de poder y que permitió que hoy tengamos, eso sí, una sociedad más consciente de sí misma.
No se acaban aquí las estampas, ni las preguntas. Revivir el 85 para los que lo vivimos, y contarlo a quienes no, debería llevarnos también a revisar lo que pasó, a zarandear nuestras narrativas y a cultivar los mitos necesarios para construir horizonte colectivo. Tal vez lo estamos haciendo. Por lo menos yo aplaudo que estos días hayan sido de insistencia en el tema. Aunque a veces me queda la duda de si necesitaremos un nuevo temblor, si bien metafórico (no, no estoy invocando nada), para que nos volvamos a sacudir.
¿Alguien quiere otro café?
Comunicadora y académica.
Gabriela.Warkentin@gmail.com
@warkentin