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Padecemos la sociedad del ruido y tenemos que reconocer que los de la opinocracia contribuimos a raudales a esa contaminación sonora. No se habían cerrado las urnas el 7 de junio cuando ya arengábamos: que si nada cambiaba y ganaban los de siempre, que si estábamos frente a una pluralidad manifiesta, que si tales habían triunfado o perdido, que si los independientes, que si las redes sociales derrotaban a los medios, que si los mexicanos somos progres o conservas o liberales o tradicionales o todo lo contrario. Ante el barullo del análisis a botepronto toca recordar que un poco más pausados nos vemos más bonitos. Porque, una semana después de las elecciones tendríamos que revisar con mayor detenimiento todos los escenarios. Apunto aquí algunos ejemplos.
Que ganaron quienes supieron usar mejor las redes sociales. ¡Vaya verdad de Perogrullo! Pues claro que sí, sólo que con una acotación: ganaron los que entendieron que las redes sociales abarcan todos los nodos (los del ciberespacio incluidos) y que nadie gana usando sólo Facebook. Para su conveniencia y para fortalecer su narrativa, Jaime Rodríguez El Bronco se presenta como “el candidato Facebook”. Dice que en Nuevo León, su estado, hay un padrón de 3 millones y medio de electores y más o menos 3 millones cuatrocientas mil cuentas de Facebook. Entonces se metió a Facebook, de paso usó WhatsApp… y ganó. Obvio que la ecuación no es tan lineal: si al uso de redes sociales se agregan apoyos de sectores poderosos, descrédito del gobierno saliente, guerra sucia desde algunas televisoras, hartazgo social con los partidos, análisis estratégico de datos, pues se tiene una fórmula ganadora. Pero sólo así. Kumamoto, que ganó el distrito 10 de Zapopan, Jalisco, también usó bien las redes sociales, las de calle incluidas: entramados académicos, mítines, visitas de puerta en puerta, semáforos, ciberespacio, entrevistas en medios… todo junto. Esas son las estrategias en redes. Nadie gana sólo siendo el “candidato Facebook”. Hace falta un mejor análisis para superar simplificaciones de heroísmos que no son, o no así.
Otro ejemplo: ganaron los de siempre y perdieron los que se la merecían. Bueeeeeeeno, hagamos un zoom in a lo local. Bien lo apuntaba Jorge Volpi en su artículo 32 estados: a nivel local los cambios fueron sustanciales. Si nos queremos quedar sólo con la fotografía del país, pareciera que sí, poco cambió. Pero hagamos el ejercicio de focalizar: hasta las delegaciones en el Distrito Federal no están en pleito sólo entre Morena y el PRD. Echen ojo al PRI; en varias demarcaciones disputa un segundo lugar. Y métanse distrito por distrito, en el país (así las maravillas de los PREPs): la pluralidad se cocina desde lo local; ojalá termine infectando lo nacional.
Tendríamos que agregar a lo anterior las agendas ausentes (¿alguien habló de política de juventud en las elecciones?, ¿alguien habló de política cultural?), la distribución geopolítica de las preferencias, la incursión de nuevos jugadores, etcétera. Pero, reitero, necesitamos sobre todo tiempo para profundizar en los cambios que sí se están dando. Porque, cito a Carlos Brito, “exigir homogeneidad, verticalidad, organicidad, agenda única y logros inmediatos, concretos, medibles, de efectos institucionales, a flamas de indignación heterogéneas, diversas, descentralizadas, en red, es un despropósito.” Con el paso de los días y el análisis de los datos queda claro que algo sí se está moviendo en México. Sólo que si lo simplificamos en “el triunfo del candidato Facebook” o en el “ganaron los de siempre”, eso que se mueve nos rebasará por todos los costados. Vamos metiéndole análisis al proceso para salir con una mejor fotografía de lo que estamos siendo. Vale la pena.
Comunicadora y académica.
@Warkentin
Gabriela.Warkentin@gmail.com