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El próximo martes 15 de diciembre entrará en vigor el nuevo Reglamento de Tránsito de la ciudad de México, es un tema que está en boca de los ciudadanos y lo estará aun más en la mesa de comidas y cenas navideñas durante los próximos días. ¿Cuál es el propósito de esta nueva disposición, qué conocemos y pensamos los habitantes sobre el mismo?
La autoridad parte de que el objetivo es reforzar la seguridad vial y reducir significativamente el número de accidentes, ya que al año fallecen por esta causa mil cuatrocientas personas, un promedio de 3.8 diarias, así como proteger ante todo al peatón y al ciclista, sin criminalizar al automovilista, por lo que considera que estas normas coadyuvarán a crear conciencia sobre este grave problema.
Hasta ahora el nuevo estatuto ha cobrado fama por el aumento en las multas y el endurecimiento de sus sanciones, las cuales restarán puntos a las licencias de conducir hasta llegar al punto de ser suspendidas por tres años. La ciudadanía lo percibe como una acción recaudatoria, hecho que la autoridad niega a pesar de que considera obtener por este rubro en 2016 seiscientos millones de pesos.
Ahora bien, estableciendo un balance entre ambas posturas, es innegable que nuestras calles se han convertido en tierra de nadie; la saturación vehicular, una serie de obras mal planeadas, aunado a la falta de educación vial, han hecho que no respetamos los cruceros peatonales ni a los ciclistas y motociclistas, nos pasemos los altos, y en ocasiones, ya sea por desesperación o imprudencia, rebasamos los límites de velocidad con el fin de avanzar donde nos es posible.
Resaltan entre las disposiciones el uso obligatorio del casco al andar en bicicleta o moto, el uso del cinturón de seguridad, el respetar los límites de velocidad y el no usar el celular o cualquier objeto distractor mientras se maneja. Además, otras como las de respetar los cruceros o cebras peatonales, no ofender al agente de tránsito o a otros conductores, no usar GPS o pantallas mientras están los vehículos en movimiento, no llevar mascotas entre los brazos, reservar lugares de estacionamiento en la vía pública sin autorización, etcétera.
La reflexión que se hace la ciudadanía, además de muchas preguntas, es la siguiente; como ciudadano estaré obligado a cumplir con dichas disposiciones, de acuerdo, pero, ¿a qué se obliga la autoridad? Tendrá la casi imposible tarea de capacitar adecuadamente a los policías de tránsito y evitar los abusos, realizar una correcta señalización, establecer estrictos controles sobre el transporte público, franeleros y demás agentes que entorpecen la vía pública, mejorar las zonas de tránsito conflictivas, ser equitativos en la aplicación de las sanciones, entre otras.
Queda claro que nadie se opondría a mejorar la seguridad vial y a abatir los altos índices de accidentes, es un tema que hoy es parte de la agenda mundial de las ciudades y nos encontramos en rezago. Persiste la duda si en efecto el nuevo Reglamento ayudará a mejorar la movilidad, y si así lo es, ¿cómo?
Arquitecto
@FelipeLeal_Arq