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Las guerras del siglo XXI, inauguradas con el derribo de las Torres Gemelas y las intervenciones en Afganistán e Irak mediante una coalición de países dirigida por Estados Unidos han desembocado en una guerra sin tregua ni fin. Se desarrolla en Oriente Medio, en el Norte de África, encabezada por yihadismo extremo del Estado Islámico. Son guerras que no terminan con ganadores y vencedores, que se prolongan y que reagrupan a distintos actores, que llegan a países de Occidente a través de matanzas de rehenes, con bombas, hamikazes y disparos contra poblaciones inermes.
La guerra del fin del mundo, el Apocalipsis… esos son los objetivos de la yihad del Estado Islámico (EI). Con ese fin ha puesto en marcha una estrategia terrorista acompañada de un despliegue propagandístico nunca antes visto en el mundo musulmán y cuyo objetivo fundamental es doble: sembrar el terror y atraer reclutas yihadistas dispersos por todo el mundo, principalmente provenientes de países de Medio Oriente y el Norte de África, pero también de Europa y de América. Las matanzas de París el pasado 13 de noviembre tuvieron esos objetivos, acompañados por otro muy importante: obligar a una cerrazón de la apertura y las libertades.
La reacción inmediata del Presidente de Francia, Francois Hollande, fue declarar la guerra al EI, establecer el “estado de emergencia” que limita las libertades, cerrar las fronteras del país y lanzar importantes operativos policíacos en busca de quienes perpetraron los atentados, sus cómplices o conocidos mediante registros y detenciones sin límite legal alguno. Muy parecida respuesta a la del Presidente Bush después del 11/S que invadió Afganistán, acusó a Irak de estar buscando armas nucleares y lo invadió también, estableció restricciones a las libertades civiles que todavía se mantienen con el Patriotic Act. Una nueva coalición se forma en 2015: Estados Unidos ofrece apoyar a Francia, se intensifican los bombardeos, Rusia mantiene una posición de apoyo y al mismo tiempo ambigua, Alemania declara que apoyará con aviones y en Gran Bretaña se discute en el Parlamento involucrarse en los bombardeos en Siria contra el EI.
En 2001, se formó una coalición encabezada por Washington para invadir, ahora se inicia la integración de otra coalición para bombardear posiciones del EI en Siria y en Irak. El objetivo de entonces era el mismo que el de ahora: acabar con el terrorismo. Pero, los resultados de la intervención armada en Irak están a la vista: un país desestabilizado, cuyo gobierno pasó de los sunitas a los chiitas (minoría), que prohijó más violencia y más terrorismo, fortaleció a Al Qaeda, unió a grupos yihadistas y finalmente desembocó en el extremismo violento del EI. En Afganistán tampoco van bien las cosas, el terrorismo se mantiene y su base social se amplía.
El objetivo de entonces como el de ahora era acabar con los terroristas. ¿Misma estrategia, mismos resultados? Esa pregunta queda en el aire ya que mucho dependerá de lo que se haya aprendido de experiencias pasadas, pero sobre todo de comenzar a entender lo que acontece en Medio Oriente y en el Norte de África, sus orígenes y su dinámica actual.
Claro que tiene que haber una respuesta pero también una estrategia de largo plazo. Y eso significa entender la dinámica del nuevo terrorismo, que tiene ya un califato en territorio sirio e iraquí y que representa un polo de atracción para el yihadismo mas extremo.
Lo primero que habría que entender es la dinámica del violento yihadismo del EI. El diario Le Monde tiene registrados 83 atentados con mil 600 muertos en los 18 meses transcurridos desde que El Bagdadi proclamara el Califato y se erigiera como Califa en junio de 2014. “Los atentados del Estado Islámico” como se titula el artículo establece algunas características notables en este periodo: los muertos y los atentados se concentraron en Medio Oriente y en los países del Norte de África. La mayoría de los muertos fruto de ataques y ejecuciones fueron musulmanes. París es la única gran ciudad de Occidente que ha sido golpeada por ataques terroristas simultáneos en contra de civiles. Sin embargo, de acuerdo con el vespertino francés, los atentados también han golpeado a una veintena de países de occidentales tanto en sus nacionales (a partir sobre todo de ejecuciones) así como intereses de esos países. La lista de países golpeados por atentados es larga: Egipto, Yemen, Irak, Siria, Arabia Saudita, Libia, Túnez, Afganistán, Kuwait. Hay una guerra entre los sunitas y los chiitas. París representa un cambio de estrategia del EI. Las amenazas están ahí, pero también las alertas en alrededor de 60 países que han sido amenazados.
Ésta es la continuación de la guerra contra el terrorismo iniciada por Bush en 2001 para acabar con Al Qaeda y que se ha convertido en una guerra sin tregua ni fin: en una guerra mundial, la tercera. Como señalaba el Papa Francisco hace unos días en una omilía en el Vaticano es mundial en tanto los actores que participan y los distintos países en que se desarrolla. Se libra. No es como lo dice Huntington, sólo un choque de civilizaciones, sino la respuesta del islamismo mas radical y violento a una larga historia de Medio Oriente y África del Norte, en la que está presente el común denominador de las intervenciones de los países de Occidente y de los grandes intereses de las compañías petroleras, que tras las nacionalizaciones de los setenta se quedaron con una pequeña parte del pastel. Baste recordar el reparto de Oriente Medio que hicieron los países mas desarrollados en beneficio de las petroleras. Destaca la intervención más reciente, la de Irak que desestabilizó a la región.
Y sí hay un componente de civilizaciones de Medio Oriente y Occidente, pero primero hay un choque entre los sunitas y los chiitas –resultado también de las mismas intervenciones--, lo que explica sí que la mayor parte de los muertos en los atentados de los últimos 18 meses sean musulmanes. Las nuevas guerras del siglo XXI inauguradas con la intervención en Afganistán y en Irak para destruir el terrorismo tienen características distintas a todas las guerras anteriores. Son guerras sin fin, sin ganadores ni perdedores, sin armisticios y punto final. ¿Amplían el teatro de la guerra hasta convertirla en mundial?
Muchas interrogantes quedan abiertas, cuya respuesta podría representar nuevas estrategias por parte de los países desarrollados, ¿Por qué atacantes del EI en París eran nacionales de franceses y belgas? ¿Cuáles son los caldos de cultivo que prohijan el yihadismo en Europa? ¿Y las nuevas formas de reclutamiento? ¿De dónde proviene el financiamiento del EI? ¿Del petróleo en un mercado negro y de qué otras fuentes? ¿Es posible desarrollar sistemas de inteligencia que permitan anticipar posibles atentados? Gran Bretaña dice haber evitado más de seis.
Pero, sobre todo, ¿cuáles pueden ser las nuevas estrategias que permitan evitar los atentados y poner fin al conflicto armado? Es posible proteger sociedades abiertas, pero protegerlas no quiere decir cerrarlas y militarizarlas, menos aún cuando es tan urgente acoger refugiados, que por cierto los bombardeos incrementarán. Esta guerra tiene un drama humano nunca antes visto que mueve a cientos de miles desde el Norte de África y desde Medio Oriente.
Periodista y analista internacional