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Ningún asesinato masivo en Estados Unidos conmueve a la sociedad y a los partidos políticos lo suficiente para revisar y cambiar el fácil acceso a las armas por parte de cualquier ciudadano. No conmovió, lo suficiente para abordar el problema, la masacre de diciembre de 2012 en Newton, Connecticut, donde murieron 20 niños pequeños y seis maestros de una escuela perpetrada por un joven desequilibrado que utilizó un arma de la colección de su madre. Tampoco conmociona a la sociedad la masacre racista en la iglesia episcopal de Charleston del Sur el miércoles de la semana pasada, donde murieron nueve afroamericanos. El joven asesino blanco americano y desequilibrado pretendía iniciar una “guerra de razas”, y claro, tenía un arma con la que mató a nueve personas durante una ceremonia religiosa.
Entre los países desarrollados, Estados Unidos es el país con más armas, el país por cierto, también, con la mayor industria armamentista. La poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA) viene ganando terreno sobre todo entre los republicanos con su poderoso lobby al que no conmueven las masacres sobre las que está el argumento del derecho de los ciudadanos a defender sus propiedades y sus familias con armas incluso de altísimo poder, sin importar su salud mental, su estabilidad emocional, su irresponsabilidad social, su falta de respeto por el derecho a la vida. Uno de los jóvenes asesinos era un desequilibrado mental, otro tenía graves problemas de drogadicción, ambos tenían un arma poderosa. Pero para la NRA, lo fundamental es la venta de armas a cualquier ciudadano y claro, los intereses de la industria armamentista que obtiene enormes ganancias.
Hay algunos defensores del armamentismo, y consecuentemente de los asesinos, que seguramente están también afectados en sus funciones cerebrales. Charles Cotton, un miembro destacado de la NRA culpó en lo esencial de la masacre, en la que fue asesinada, a Clementa Pinckney, pastora en la histórica iglesia negra. Y dicen que las causas de las masacres no son las armas, sino la salud mental de quienes las compran. Pero eso sí, se oponen a cualquier verificación que tenga que ver con el consumo de drogas, el equilibrio emocional o la salud mental de quienes las adquieren. ¿Para qué verificar a quién se venden las armas?
Imposible pensar que en Estados Unidos sucediera algo como lo que acontece en Gran Bretaña o en Japón, donde simplemente es imposible para los ciudadanos privados adquirir armas para su seguridad. Pero en Estados Unidos, el país de las libertades, cualquier puede adquirir un AK-47 que con una ráfaga puede asesinar a una decena o veintena de personas.
Las armas y la masacre muestran la polarización de la sociedad estadounidense en torno al armamento ciudadano. En 2014, se realizó una encuesta, la pregunta era: si poseer armas da mayor seguridad a quienes las poseen o representa más peligro. Los demócratas consideraron que sus hogares estaban más seguros, mientras el 81% de los republicanos respondieron de igual manera. Una sociedad cada vez más polarizada no se pondrá de acuerdo.
Así las cosas, no pasa ni pasará ninguna ley en el Legislativo para detener la venta indiscriminada de armas. ¿Obama lo intentará nuevamente? Difícilmente.
Tras la masacre de Charleston, Obama afirmó que “en algún momento, nosotros como país, tendremos que reconocer el hecho de que este tipo de violencia masiva no acontece en otros países avanzados y tenemos el poder de hacer algo en torno a ello…” Luego agregó, “al reconocer la política en esta ciudad, muchos de esos caminos se cierran de inmediato”. Las conclusiones son complejas porque la falta de un control real y severo de armas llevará a más masacres… pero al mismo tiempo más masacres harán que la gente se sienta más insegura y se aferre más a tener armas para su defensa. Estados Unidos seguirá siendo el país más desarrollado con mas armas y más masacres. Y siempre habrá nuevos odios contra minorías.
Cuidado, señor Donald Trump, con lo que dice, con los odios xenófobos que pretende despertar.
Periodista y analista de temas internacionales