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Los mexicanos valoramos la dignidad de las personas, por ello, el que Trump nos califique de “criminales” y “violadores” es una gravísima ofensa, como también lo son sus restricciones a los refugiados. Nos ultraja su intención de construir un muro que separe a los dos países, en lugar de hacer caminos y levantar puentes que nos acerquen. Nos sentimos amenazados por sus planes de destruir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y por las deportaciones masivas de connacionales que anunció durante su campaña a la presidencia.
Nuestra historia común con Estados Unidos es larga y, en general, hemos cohabitado en paz. Sí, tenemos problemas como la pobreza, la desigualdad, la inseguridad y el bajo crecimiento. Sin duda dos por demás delicados son el lavado de dinero y el tráfico de drogas y armas que asimismo nos vinculan con Estados Unidos. No obstante lo anterior, la ignorancia de Trump no le permite comprender que esta vecindad ha servido también para acrecentar el bienestar en ambos países a través del comercio, del turismo y del apoyo mutuo en una larga frontera. Por eso repudiamos la construcción del muro de Trump, porque ignora una realidad social, cultural y económica.
La vecindad también ha sido testigo de grandes migraciones: la norteamericana de principios del siglo XIX al entonces territorio mexicano, y la mexicana de los últimos cien años. México y EU han sido países de migrantes y refugiados políticos. Hemos proveido un hogar a perseguidos, hemos aportado al mundo una aspiración de inclusión étnica y social… y Trump quiere borrar esa historia de un plumazo.
Pero la amenaza de Trump se extiende mucho más allá de México. Estamos frente a una amenaza creciente a la diversidad cultural, una amenaza para quienes creemos en un mundo plural, diverso y cooperativo, que está conciente de la vulnerabilidad de nuestro planeta. Creemos fervientemente en los derechos humanos, en la libertad de credo religioso, en los derechos de las mujeres y de las comunidades gay, en la No-discriminación y en la defensa de grupos vulnerables. Creemos en la protección del ambiente y en la paz.
Trump y su grupo, no. El hoy presidente de Estados Unidos sólo cree en la supremacía blanca, en un mundo en el que quien no es igual a él, no debe sobrevivir. No cree en la cooperación si no es con los iguales para fastidiar a los diversos. “Trump es la amenaza más grave de occidente desde los años treinta del siglo pasado (Hitler)”, dijo Jesús Silva Herzog Márquez, la noche siguiente de las elecciones, ante un grupo de prominentes estadounidenses que nos visitaban. Cuánta razón tuvo, y lo visualizó incluso antes de que tomara posesión.
Nos solidarizamos con los norteamericanos y migrantes que están sufriendo a Trump. Cada vez son más los grupos afectados. Los medios, los musulmanes, los extranjeros de cualquier país y, desde luego, los mexicanos que viven allá. Los apoyamos en su resistencia al interior de Estados Unidos y aplaudimos las acciones de personas y grupos de la sociedad, la resistencia de las “ciudades santuario” que han declarado su oposición a las deportaciones, y a los gobernadores que demandan a Trump por sus iniciativas contra sus estados y ciudades. México también debe ser un país santuario, porque así lo hemos sido siempre, y luchar por los migrantes en todos los espacios posibles. Que cada consulado sea un agente efectivo para la defensa de nuestros migrantes. Que cada uno de nosotros, mexicanos, apoyemos a nuestros connacionales allá y, si los hacen regresar, abrirles la puerta, facilitarles su reinserción a nuestro país. Estamos con todos los perseguidos.
La amenaza de Trump es universal: universal debe ser la resistencia y la lucha en su contra. Los norteamericanos son la primera línea de resistencia, y los demás debemos apoyarlos.
Por ello, una serie de organizaciones sociales, instituciones de educación y de diverso tipo convocamos a una gran marcha ciudadana nacional para hacer ver que México no está ausente a esta resistencia mundial. Es una marcha apartidista, pacífica y respetuosa, pero absolutamente firme. Debemos defender los derechos de todos y exigir un buen gobierno. Marchemos juntos para repudiar a Trump y todo lo que él representa.
Marchemos al Zócalo o la plaza emblemática de cada ciudad en todo el país el domingo 12 de febrero a las 12 del día. En la Ciudad de México la marcha será del Auditorio Nacional al Ángel de la Independencia (www.vibramexico.com.mx). La lucha no terminará con una marcha, pero es indispensable mostrar al mundo que México está unido contra Trump y su fascismo. Que somos un país que se une a la resistencia global.
Centro de Estudios Espinosa Yglesias, A.C.
@ecardenasCEEY
ecardenas@ ceey.org.mx