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El Senado publicó en febrero pasado los lineamientos de racionalidad y austeridad presupuestaria para este año, para limitar gastos no esenciales. En julio los diputados del Congreso de Colima aprobaron una Ley de Austeridad Gubernamental para eliminar erogaciones innecesarias. Dos meses después, en septiembre, el Congreso de Jalisco modificó el Presupuesto de Egresos local para incluir un apartado de Trasparencia y Austeridad, a fin de evaluar si el gasto social impacta en la realidad. En la ALDF la noticia es que quieren más comisiones.
Las bancadas de todos los partidos integrantes de la Comisión de Gobierno de la Asamblea, salvo Morena, tienen planeado ampliar el número de comisiones, de 37 ordinarias que había en la pasada Legislatura, a 39; las especiales pasarían de 11 a 13, para un total de 52. Cabe recordar, sólo hay 66 legisladores en total en la ALDF. Es decir, habría poco más de una comisión por cada legislador.
El interés de crear tantas comisiones, supuestamente encargadas de repartir temas prioritarios entre los asambleístas, es en realidad repartir recursos entre los miembros de dichos grupos, con el fin de afianzar la lealtad de sus integrantes. Formar parte de una comisión le da derecho a cada legislador a tener más asesores, más dinero, oficinas, etc.
Se podrá decir que los ejemplos de medidas de austeridad aplicadas en otros congresos son sólo para la simulación. Puede ser. En cualquier caso, el hecho de que anuncien compromisos implica la posibilidad de que los legisladores sean llamados a cuentas sobre sus propias palabras. La Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), en cambio, ni siquiera llega a eso; más bien se aferra al dispendio.
¿Eliminar comisiones sería importante en términos de ahorro en relación con el presupuesto total del Distrito Federal? No, pero simbólicamente acercaría a los asambleístas con quienes dicen representar, al sumarse al sacrificio que implica la austeridad. No es sólo un tema de imagen.
En un país como México, ya de por sí desigual e injusto, la peor señal que puede mandar la clase gobernante hacia la población es la perpetuación de los privilegios en la que, según se dice en teoría política, es la “casa del pueblo”.
El PRD era hasta las pasadas elecciones legislativas el partido dominante en el DF. Recibió una dura lección tras perder la mayoría tanto en las delegaciones como en la Asamblea Legislativa. Pero se equivocaría el resto de los partidos si cree que el hartazgo se limita a un color o a una ideología. El mensaje va dirigido a la clase política toda y las encuestas incluso a nivel nacional lo reflejan. Con cada pequeño abuso, con cada dispendio, se arriesgan a castigos ciudadanos aun más duros.