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Por alguna extraña razón, el pintor ruso-mexicano Vlady (1920-2005) veía a uno de sus maestros antiguos, el italiano Tintoretto, como un cíclope. En su retrato de ese genio de la pintura veneciana, así aparece; y como una respuesta que fuera, al mismo tiempo, una cifra misteriosa de ese diálogo entre un artista europeo del siglo XVI y un moderno del siglo XX, Vlady se dibuja a sí mismo con varios ojos en el rostro.
El cíclope de mirada unidireccional y el hombre panóptico: juego vertiginoso de los ojos, en trance de apropiarse del mundo por esa vía —la vía de la luz impresa en la sensibilidad, en el espíritu.
El retrato y el autorretrato se comunican por medio de esa subversión, retorcimiento y apoteosis de la mirada. Pues también Vlady se interesaba por el arte puro; digo “también” pues sus intereses cardinales parecen tener como centro las tortuosas revoluciones del pasado siglo, con la rusa de 1917 en el centro, con su cauda de crímenes y miserias.
La obsesión por todo ello va de la mano, en Vlady, con el destino de su familia: sus antepasados anarquistas, su padre —el escritor Victor Serge—, su madre Liuba, su hermana Jeannine. Una familia violentada por el torbellino revolucionario y desgarrada trágicamente por continuos percances debidos, principalmente, a la disidencia de Serge: es decir, su firme antiestalinismo, que le valió varios exilios que culminaron en México, donde murió en 1947.
Esas vidas han quedado en el arte novelesco de Serge, sobrio y nobilísimo, y en las imágenes pintadas y dibujadas por su hijo, Vlady. Una porción significativa de esos destinos, de esas vidas, puede admirarse y estudiarse ahora, desde el 19 de mayo, en el Centro Vlady de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), en el número 63 de la calle de Goya, en Mixcoac.
Como ha ocurrido en ocasiones anteriores, el crédito de este trabajo es de Araceli Ramírez, Claudio Albertani y Silvia Vázquez. Los tres han dedicado largas horas al estudio de la documentación vladiana y nos ofrecen ahora la exposición Vlady: imágenes y letras, armada con diversos materiales de archivos fotográficos y hemerográficos. Dicen los curadores y organizadores acerca de la muestra: “Presenta al artista en su intimidad; no sólo el pintor, sino también el exiliado.”
Las vidas de Vlady y de Victor Serge contienen muchas otras vidas. Son como las miradas múltiples del Tintoretto retratado por Vlady y de este mismo, autorretratado con esa fila de ojos que parece decirnos: “He visto tanto, he hecho tanto para que ustedes lo vean.” Lo que Serge nos dio a leer, Vlady nos lo dio a ver.
El acervo de Vlady resguardado en ese centro cultural de la UACM que lleva el nombre del pintor es una de las riquezas de nuestra ciudad.
Vale la pena conocer este corte de caja, antológico y documental, testimonio único del siglo XX armado por los uacemitas. Admiremos esos materiales singulares, admirables.