Al cierre de este 2015, estamos entre dos de cuna. El Año Viejo no dio muestras de la sabiduría que se le atribuye al camino a la vejez, y no merece el nombre. Quedó sin dar el paso maduro que ganaría nuestro aplauso. Dejo las conocidísimas tribulaciones colectivas que lo hicieron un año triste y difícil, de París a México (poco hace falta repetirlo) y sólo apunto una del 2015:
Los científicos del Smithsonian descubrieron que la Luna se está encogiendo debido a que las fuerzas de las mareas de nuestro planeta provocan que se comprima. Los cambios no se producen porque el centro ardiente de la Luna se esté enfriando –como se creyó al principio-, sino que los lunamotos (los terremotos lunares) con los que se va moldeando su superficie, resultan de reajustes generados en el volumen del cuerpo del astro por los tirones de los mares de la Tierra. El brillo de la Luna queda marcado con un no sé qué de fragilidad, ilusorio porque las transformaciones se han dado a lo largo de millones de años.
Adiós Año Niño 2015, infante que traes a cuento a la venerada Nellie Organ, la irlandesa niña, la favorita de unas monjitas en Cork, muerta a los cuatro años en 1908 en la enfermería de la institución presidida por las religiosas, donde, además de huerfanitos, acogían a mujeres que se embarazaban afuera del matrimonio, o que la familia descartaba y requería mantuvieran confinadas.
De las condiciones de esclavitud en que forzaban a estas mujeres, los maltratos y abusos, se ha dicho mucho. Su infierno salió a la luz pública cuando, por la compraventa de terreno de un convento por un descalabro en la Bolsa de unas religiosas (sí, señores, ya se sabe que cuidar huerfanitos y mujeres en desgracia ha sido negocio de todo tipo de inescrupulosos), se pactó un cambio de lugar de los cadáveres de su camposanto privado, y aparecieron más restos de los previstos. Cadáveres sin nombre ni apellido, sin memoria.
El Primer Ministro de Irlanda emitió en 2013 una disculpa por su complicidad en el maltrato a las víctimas: “En nombre del Estado, el gobierno y nuestros ciudadanos, lamento profundamente y pido una disculpa sin reservas a las mujeres que sufrieron... por el daño causado”. No pidió disculpas alguna orden religiosa (pero sí, por el mismo motivo, lo hizo una en Australia).
Hasta el momento, se investiga cuál había sido el destino de los que nacieron en confinamiento, en especial se buscan 796 cuerpos de infantes en Galway, cuya existencia está documentada.
La venerada niña Nellie Organ pasaba sus días en la enfermería de las monjitas. Por un mal congénito, no podía tenerse en pie o sentada por sí sola, además llevaba tiempo con (posiblemente) tuberculosis, era de lo que había muerto su mamá. La pobrecilla Nellie sufría todo el tiempo, y encima de ese continuo dolor, tenía la mandíbula podrida por caries infectadas, la boca le hedía, las monjitas le echaban desinfectante para disminuir el mal olor, causándole vivos ardores, pero Nellie Organ no se quejaba, sostenía un crucifijo en sus manitas y repetía “Pobre Santo Dios”. La santa Nellie sonreía siempre.
Comulgó el día de su muerte. Murió, decían, dichosa. Las religiosas la creían ejemplar. La enterraron en un cementerio de la ciudad. Las monjitas pidieron su exhumación para llevar su cuerpo al camposanto del convento. La exhumaron al año de muerta. El cuerpo de Nellie Organ estaba intacto, era la prueba de su santidad. Se convirtió en una santa no oficial. El Papa Pio X cambió la edad permitida para la Primera Comunión por ella.
Autoridades eclesiales solicitan se exhume el cuerpo de la venerada Nellie Organ, y se trasporte al cementerio de las religiosas, pues ha quedado, entre los dimes y diretes, en el terreno de una institución bancaria. Anne Enright escribe sobre esto para meditar sobre el uso político del cuerpo después de la muerte.
Por último, mi deseo para el 2016: que les sea muy feliz, que las mayorías tengan acceso a buenas condiciones de vida, que los muertos en México descansen en paz. Desear siempre nos hace bien, y es muy necesario.