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Lograr un objetivo, el que sea, requiere planeación, compromiso, esfuerzo y tiempo. Depende de su magnitud, de lo ambiciosa que pueda ser la meta y también de la realidad de la que partamos.
En lo familiar, coincidimos en que la mayor herencia que podemos dejar a nuestro hijos es la educación y en lo social, necesitamos entender que aquél discurso de hacer más con menos no sirve, porque si nuestras metas son empleos mejor pagados, salud y seguridad, la madre de todos esos justos anhelos y derechos se llama educación y en consecuencia, el Estado debe priorizar su mejora.
En el auge de la implementación de la Reforma Educativa y su consecuente Nuevo Modelo Educativo, empieza a emerger un temor ante la amenaza de su retroceso. Es lamentable que, en aras de concretar nuevas o añejas aspiraciones políticas, haya quienes intenten anular o descalificar sin propuestas, la ruta que nos hemos marcado para dignificar nuestras escuelas públicas y lograr la calidad que exige un entorno global y altamente competitivo a las nuevas generaciones.
Nuestra realidad está lejos de la meta: en la reciente evaluación internacional PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) México ocupó el último lugar de los 34 países que integran el organismo.
Con una amplia participación y consenso en lo jurídico, político e institucional, estamos de acuerdo en lo fundamental, tenemos una ruta crítica para alcanzar metas justas que han sido pospuestas por el interés de unos cuantos, como maestras y maestros que un día solo se dediquen a la docencia, en lugar de ir y venir en trámites burocráticos y gestiones para mantener en pie sus escuelas; nuestros centros educativos como espacios para la inclusión, la igualdad y el fomento de valores para una convivencia armónica; el aprendizaje del idioma inglés y de computación, entre otros grandes retos.
El camino es largo y la tarea no es exclusiva del magisterio; se requiere sacudir el servicio público para erradicar la corrupción y actuar en el marco de transparencia que también exige la Reforma Educativa; necesitamos administraciones que dejen la comodidad del escritorio para escuchar las necesidades que en un mismo estado, cambian de una región o de una escuela a otra.
Abatir la desigualdad y la pobreza de nuestra sociedad no está a un click de distancia. Hoy necesitamos reflexionar y entender que aquello que vale la pena requiere compromiso, coordinación y tiempo.
La verdadera llave para convertirnos en una nación más incluyente, igualitaria, competitiva y con mejores oportunidades para elevar la calidad de vida de nuestros hijos, es la educación de calidad. No permitamos que por ganar simpatías, nos quieran vender soluciones mágicas; no perdamos la oportunidad de lograr que el mérito valga y el esfuerzo se reconozca, exijamos metas altas y pasemos como hoy: de los qués a los cómos, de reinventar programas cada tres o seis años, a la continuidad para que podamos cosechar lo sembrado.
Como cualquier democracia en el mundo, en la nuestra cabe el disenso; pero es imperativo impulsar el trabajo que aporte, privilegia el acuerdo, el respeto mutuo y el fortalecimiento de la sociedad.
El reconocido educador inglés Ken Robinson, afirma que “los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados; estamos enseñando en los centros educativos contenidos que no tenemos ni idea si servirán o no dentro de un período relativamente corto de tiempo” y en esa lógica es urgente asumir el cambio de paradigma en el modelo mexicano.
Tal como lo señaló la presidenta de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa, Sylvia Schmelkes, trabajemos para dar concreción a ese modelo y comprendamos que es perfectible; sujeto a monitoreo y a una evaluación permanente que lo retroalimente y lo sitúe en una perspectiva de mejora continua, tomémoslo como punto de partida para mejorarlo.
Es hora de dejar atrás el lastre que por años hizo de la educación un botín político y sindical; pretender desacreditarlo o convertirlo en moneda de cambio para satisfacer añejas aspiraciones de poder equivale a desconocer el trabajo, compromiso y esfuerzo de instituciones, académicos, organizaciones civiles, maestras y maestros, alumnos, padres de familia; hablantes de lenguas indígenas, rectores, pedagogos, empresarios y autoridades de los tres niveles de gobierno. Nuestros niños y jóvenes merecen alcanzar sus objetivos, por más ambiciosos que sean.
Secretaria de Educación Estado de México
*@AnaLiliaHerrera