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No sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza. No entiendo cómo nos hemos deshumanizado al extremo de mirar hacia otro lado cuando los responsables no somos mas que nosotros.
Sí, yo quien lo escribe y, usted, que lo lee. Nosotros, porque no hacemos nada y los gobernantes, porque sobre ellos recae la responsabilidad de ser los conniventes del problema sirio y otros pocos de Medio Oriente.
Hace cinco años, comenzó la guerra sangrante que ha dejado más de un millón de muertos en crímenes atroces. Hace un lustro que seguimos viendo cómo se despedazan los rebeldes, las fuerzas gubernamentales de Bashar al-Assad y cómo el Estado Islámico se aprovecha fagocitando por todos lados. Hace cinco años vemos cómo millones de inocentes viven con ojos de pánico y mirada de terror.
Tengo grabado en la retina cómo las tropas estadounidenses tardaron semanas en recuperar Kuwait de las manos de Saddam Hussein allá por 1991. Tengo indeleble la toma de Bagdad para liberar al pueblo de las fauces del mismo sátrapa en el 2003. Todo ello se pergeñó de modo rápido, sin dilación. Había muchos intereses petrolíferos disfrazados de “humanidad” y no había tiempo que perder.
Pero Siria, a pesar de sus recursos naturales y su salida al mar, tiene a sus guardianes China y Rusia que prefieren que se desangre la población a que nadie actúe. Las fuerzas multinacionales como Francia o Estados Unidos lanzan castigos aéreos, más para purgar sus conciencias que para atajar el problema de raíz.
Sin embargo, todavía no he visto que nadie tome la decisión de invadir Siria como se hizo en Kuwait. Claro, no van a permitir que mueran soldados de la coalición por un puñado de infelices.
Pero es que además, Europa, la de la “libertad, igualdad y fraternidad”, la erudita y sabia, la que tanto ensalzó el antropocentrismo y la filantropía, la Europa antroposófica del Renacimiento, le coloca una valla de punta a punta para que los exangües sirios que huyen de una guerra promovida por nosotros, los occidentales y nuestras autoridades, no puedan pasar para malvivir una vida mejor.
¡Qué rápido se nos olvida la fotografía del niño sirio de 3 años que dejó su vida en una playa perdida! ¡Qué hipócritas somos dándonos golpes de pecho mientras les decimos a los sirios que tienen que volver a su país!.
Provocamos esta situación límite y aún les tratamos como animales. Tras miles de kilómetros dejando a sus muertos, sus queridos muertos, les ponemos una valla y les decimos que tienen que volver.
Muchas veces me avergüenza pertenecer a esta especie mutilada por el egoísmo y la egolatría. Nunca imaginé, con todo lo que hemos vivido a lo largo de la Historia que, en pleno siglo XXI pudiéramos llegar a una situación tan denigrante para nosotros mismos.
Me acuso y acuso al resto. Lo peor es que no me puedo perdonar.
alberto.pelaezmontejos@gmail.com
Twitter @pelaez_alberto