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La Ciudad de México no es solamente sus corredores turísticos o sus zonas residenciales, como han querido hacer creer los miembros de este gobierno cuando se apropian de los resultados de seguridad que hemos logrado en alcaldías como Benito Juárez y Miguel Hidalgo. La Ciudad también es Topilejo, donde a los vecinos los atemorizan las casas de seguridad de los secuestradores. Es Iztapalapa, donde siete de cada 10 personas viven con miedo. Es San Lorenzo Tezonco, la Morelos, San Juan de Aragón, Penitenciaría o la Agrícola, donde el crimen organizado mata, extorsiona y roba con total impunidad.
La Ciudad de México es la capital de la venta de drogas en los centros nocturnos y restaurantes. De la trata de personas y la prostitución forzada. De las extorsiones a comerciantes y empresarios. De los secuestros exprés. Del robo en las calles y en el transporte público. Del multifeminicida, De los acosadores de mujeres en el Metro. De la invasión de inmuebles por grupos de choque.
¿Cómo es posible que todo esto pase en la Ciudad con la mayor fuerza policial de todo el país? El problema empieza desde arriba: en un sistema mafioso cuyos hilos provienen desde el propio poder. Porque el Gobierno de la Ciudad de México no sólo tolera al crimen, sino que lo controla y se beneficia de él. Vivimos en un régimen de complicidades donde desde los pasillos de la Secretaría de Gobierno y de Seguridad, y desde la fiscalía, los burócratas reciben su tajada de las actividades criminales a cambio de protección y silencio. No sólo eso, sino porque muchas de las economías ilegales de la Ciudad están vinculadas a las clientelas políticas de Morena.
No hay seguridad en el transporte público porque los camiones irregulares son parte de las bases electorales de Morena. No hay seguridad en las calles porque el gobierno está coludido con los tianguis del crimen donde se permite la venta de celulares y mercancía robada. No hay seguridad en zonas como Tepito o la Doctores, porque en el negocio del narcomenudeo también participan policías y ministeriales. No hay seguridad en la propiedad privada, porque las mafias de invasores de propiedades pertenecen a organizaciones sociales afines al partido en el poder.
Así, la inseguridad y el desorden de la Ciudad de México están profundamente vinculados a la corrupción; al modelo de gobernabilidad mafioso que ha imperado en la capital desde los años 80. Donde grupos criminales, sindicatos, organizaciones sociales, partido y gobierno han construido un complejo entramado de colusión y se comportan como auténticos parásitos del erario público.
Por eso, para tener una Ciudad verdaderamente segura y ordenada, no basta solamente con algunos cambios cosméticos en la política de seguridad, tenemos que arrancar el problema de raíz: cambiar de régimen. Es imperativo sacar a la mafia de Morena que por 27 años ha controlado a las mafias de las calles. Acabar con esa clase política que se ha incrustado en lo más profundo del gobierno y de nuestra vida social. Por eso hemos centrado nuestra campaña en el cambio, porque con Clara este modelo mafioso de gobierno no puede sino continuar. Por eso estamos planteando la estrategia de Blindar la CDMX que nos permitió hacer la alcaldía Benito Juárez la más segura del país.
El 2 de junio, con la llegada de los ciudadanos al poder, derrumbaremos la pirámide de complicidades que generan inseguridad e incertidumbre jurídica en esta Ciudad. Vamos a limpiar la casa para luego limpiar las calles. Extirparemos todas las redes de corrupción y clientelismo del gobierno. Transformaremos y dignificaremos a nuestras policías. Acabaremos con las mordidas. Profesionalizaremos a quienes deben investigar los delitos y escucharemos más a las víctimas. Vamos a reordenar el transporte, a clausurar los giros negros, a desmantelar la red entera de venta de artículos robados, a perseguir a los extorsionadores. Vamos a proteger la vida y la propiedad privada de la gente buena de esta Ciudad.
Es momento del cambio.