Coahuila era casi misión imposible. La victoria de Morena en el Estado de México, sin embargo, es un logro del morenismo y su autollamada Cuarta Transformación.
La maestra Delfina Gómez y su equipo, Horacio Duarte e Higinio Martínez, ponen fin a más de 90 años de hegemonía, de abolengo del PRI en el que es acaso el estado más priista del país, o lo era hasta hoy.
Al cierre de casillas la candidata de la alianza PAN - PRI - PRD se dijo ganadora. El discurso cambió luego del conteo rápido del INE, que le daba una victoria de entre 7 y 11 puntos a la candidata de Morena.
También el gobernador Del Mazo reconoció la derrota de su partido. En el registro quedará él como el último hijo de la revolución institucional en el Estado.
Gana el presidente López Obrador. Su carisma, que pasa por ósmosis a su movimiento, sigue inalterado. Evidentes mentiras y muestras de corrupción no hacen mella en su aprobación, en el encanto que aún mantiene con la gente.
Morena gana no sólo por el romance de su líder con las masas, sino que también mide la fuerza de su operación. Usa al Estado de México, como manda la tradición política mexicana, de laboratorio rumbo a la elección grande, donde deberá mantener disciplina y mejorar sus formas si es que quiere ganar. Y no hay mayor favorito para llevarse la presidencia ahora mismo que el partido del Presidente.
Morena tampoco es imbatible. La paliza que el partido guinda recibe en Coahuila, donde la diferencia puede ser de hasta 38 puntos, puede repetirse en los territorios donde la elección del candidato y la operación no acompañen.
Es de destacar que esta noche no hay sorpresas. Los líderes en todas las encuestas (serias) Delfina y Manolo, logran victorias en sus estados y consiguen que sus rivales, Del Moral y Guadiana, reconozcan, no sin reproches, la derrota.
No vamos a tribunales, la elección no se judicializa. Vamos ya a lo que sigue, 2024.