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juan.arvizu@eluniversal.com.mx
Tijuana, BC.— Todo es personal. Se atacan con calificativos punzocortantes, y se engallan, caminan en el set de televisión que es el ring de su contienda, el segundo debate presidencial, y van de su silla a la de sus contendientes. Se agreden, pero su crispación es modulada.
Y falta como media hora para que concluya el contraste de ideas, cuando las agresiones, las ofensas, llegan a su cresta. Es el momento en el que mordaz, Andrés Manuel López Obrador dice a su primer atacante, Ricardo Anaya Cortés, que es Ricky riquín canallín.
El segundo debate presidencial tiene un formato novedoso, con la asistencia de 42 ciudadanos vecinos de la ciudad, y seis de ellos formulan preguntas a los candidatos en cada bloque, que detonan comentarios y réplicas, la oportunidad del contraste entre ellos. Tienen a la mano un micrófono y ocupan una mesa alta, que les da una postura de estar casi de pie, y a la vez por ello se pueden mover de lugar. Caminan hacia sus adversarios, cada uno, hacia la gente y los moderadores.
León Krauze abre el evento de alta tensión política, en mancuerna con Yuriria Sierra, a quienes les corresponde facilitar que millones de mexicanos vean las luces y las sombras de los cuatro políticos que buscan gobernar el país.
Se encuentran en el gimnasio del Campus Tijuana de la Universidad Autónoma de Baja California, a la vista, nuevamente, de millones de espectadores por televisión, en transmisión de internet de múltiples medios periodísticos, que como EL UNIVERSAL, replican mensajes vía Twitter y Facebook.
De colección, ese momento en el que desafiante, el abanderado de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya, se ha acercado a López Obrador y sólo los separa un metro, y en reacción a la ofensiva del panista saca su cartera del bolsillo y la aprieta en una demostración de que quiere evitar que se la roben, ironiza: “Voy a cuidar la cartera”.
Andrés Manuel López Obrador ha salido al descontón en este segundo debate de la serie de tres. La paz y el amor sólo estuvo en su primera intervención.
Anaya, de punta a punta de las dos horas de choque ha ido contra el puntero en la carrera por la Presidencia de la República. José Antonio Meade Kuribreña se echa para adelante y en esa actitud hasta impide que una pregunta no sea concluida. Quiere ir a la ofensiva y reparte descalificaciones y propuestas.
El juego es golpear al otro. Se han dicho cínicos, hipócritas, corruptos, demagogos. Y se ocupan menos de Donald Trump, el personaje que es causante de los más grandes problemas de las relaciones con Estados Unidos, y que ha sido motivo por el que han venido a debatir a Tijuana, la urbe de mayor movimiento internacional de personas.
Pleito de tres —López Obrador, Anaya Cortés y Meade Kuribreña—, y el cuarto candidato presidencial Jaime Rodríguez Calderón El Bronco llama la atención para decirles que a él no lo han atacado, y los llama a no pelearse.
—Abrázalo, hombre, dice el neoleonés a López Obrador, quien tiene a su izquierda a José Antonio Meade.
—Abrazos, no balazos, reacciona el más longevo del grupo, a quien le ha dicho Anaya Cortés que su asunto no es la edad, sino sus ideas viejas.
López Obrador sonríe amable, ofrece un ademán de abrazo, al cruzar sus brazos sobre su pecho. Se acerca a ellos Rodríguez Calderón y el tabasqueño avanza los dos pasos que lo separan del ex secretario de Relaciones Exteriores, de Hacienda y de Desarrollo Social y le tiende la mano, y el hombre que postula el PRI sonríe inhibido, suave, no con el enojo con el que hace una hora fue a soltarle unos papeles en su mesita de apoyo, en un desplante grosero, pero que al lado de lo que se han dicho pasa como cualquier cosa.
La misma invitación es para que se abracen López Obrador y Anaya y luego El Bronco pasa a entregarle un papel al morenista con la petición de que ya se lo firme, es un compromiso escrito de que renuncia a los 3 mil millones de prerrogativas de Morena.
Como estatuas de mármol se ven por algunos momentos en la televisión los 42 ciudadanos del encuentro. Son personas que fueron seleccionadas por una empresa, con base en criterios de que sean ciudadanos que puedan votar, que no hayan decidido por quién sufragar, por diversas edades, niveles socioeconómicos.
Es la primera vez que los ciudadanos tienen voz y dan rostro en un debate.
Estos hombres de palabras punzocortantes y miradas de daga, y que dominan el arte de abrazar y sonreir al que los ha insultado, volverán a verse el 12 de junio, cuando de hecho hoy aquí, cerca de la frontera con Estados Unidos, abrieron la última etapa de su carrera por el poder.