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politica@eluniversal.com.mx
Lo que no está prohibido está permitido. Es la regla que este año electoral rige de manera informal todo lo relacionado con el mundo virtual pasando desde las fake news, bots, trolls, portales de noticias hechizos hasta influencers contratados para favorecer o desfavorecer candidatos intentando permear en la opinión pública y su intención de voto el próximo 1 de julio.
Los ejemplos más recientes son el último video contra el candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya, para abundar sobre su vínculo con el empresario Manuel Barreiro, o bien las declaraciones del locutor Toño Esquinca contra el candidato de Juntos Haremos Historia, Andrés Manuel López Obrador.
En el mundo virtual todo puede suceder, pagado con dinero (público o privado) e incluso con divisas digitales, como bitcoins, a las que podría ser imposible seguir el rastro.
A menos que todas las variantes del tema fueran incluidas y legisladas en un futuro, todas estas acciones no son ilegales, al no estar reguladas ante la ley.
El caso más documentado en el mundo es el de Cambridge Analytica, que utilizó información personal de usuarios de Facebook para influir en las últimas elecciones de Estados Unidos.
En el caso de México, los analistas alertan de otros riesgos.
Desde las campañas presidenciales de 2012, especialistas en el tema siguieron sus pistas a través de las recién nacidas redes sociales.
Paola Ricarte, profesora investigadora asociada del Tecnológico de Monterrey, puso atención en las redes de la ex candidata panista Josefina Vázquez Mota, en las que detectó la presencia de bots (programas que actúan como humanos).
“Ella lo negó y el resto de los candidatos también, pero teníamos evidencia. Hoy es más difícil de rastrear, porque las plataformas han cerrado mucho el acceso a sus datos y eso nos impide extraer información que antes era fácil conseguir como los likes, comentarios y analytics. Así que estamos ante un doble juego, porque los políticos usan estas herramientas con más mesura y menos transparencia. Y sin una legislación del tema, ¿cómo podríamos acceder?”, afirma.
Rubén Darío Vázquez, académico de la UNAM y de la Universidad Iberoamericana, revisó el tema desde el ángulo monetario.
“Cualquier usuario con una cuenta y una tarjeta bancaria puede hacer una campaña publicitaria en plataformas digitales como Facebook, Twitter, Google, YouTube u otra. Son como un autoservicio: eliges el tipo de público al que te quieres dirigir, en qué país, bajo qué horarios, etcétera. Las formas de pago son variadas, puedes fondear desde una cuenta bancaria, Paypal para pagos en línea, divisas digitales como bitcoins o un boleto cambiario que pagas en una tienda de conveniencia”, enlista.
“Desde internet también se invierte en portales que difunden fake news en contra o a favor de un candidato. No olvidemos que en esta elección habrá un promedio de 15 millones de primo votantes y millennials que dejaron de consumir medios de comunicación tradicionales para informarse sólo por internet”.
La asociación civil Enjambre Digital revisó el tema desde otra vertiente. “Los partidos han hecho un sobreesfuerzo por contratar estos servicios en un intento por influir sobre las decisiones libres y espontáneas de la gente.
“Ahora ya no es sólo la lucha por la creación de tendencias en redes, donde PRI, PAN y Morena se han enganchado, sino también el surgimiento de estrategias integrales con la creación de sitios falsos en web”, dice su titular Jesús Robles Maloff.
En un trabajo conjunto, Ricarte, Vázquez y Maloff detectaron un promedio de 20 sitios de internet que aparecen y desaparecen, incluso, algunos de ellos originados desde el extranjero. Entre los nombres figuran El Mexicano Digital, Zócalo de México o Morena MX; algunos fueron registrados como páginas asociadas bajo un mismo usuario.
“Lo que queremos saber es quién invierte en estos sitios, cuánto dinero le aportan y para quién”, afirma Vázquez.
Para los partidos, agrega, es una estrategia muy útil, porque “pueden hacer guerra sucia sin ensuciarse”.
El equipo documentó además cómo las agencias de comunicación venden este servicio a los partidos, de manera similar a un combo de hamburguesas.
El paquete incluye asesoría en estrategia, manejo de prensa, entrenamiento en medios, más un extra: difusión en plataformas digitales.
Además la agencia principal subcontrata a otras más pequeñas para aplicar la estrategia, por lo que los nombres de los candidatos desaparecen en la rendición de cuentas.
Para Paola Ricarte lo importante de este trabajo es que los ciudadanos conozcan las estrategias que se utilizan en comunicación política digital para así distinguir entre aquellas que fomentan la desinformación.