El vínculo entre Donald Trump y Elon Musk se ha caracterizado por ser un turbulento vaivén entre apoyo mutuo, críticas, y más recientemente, una ruptura pública. El 5 de junio, entre dimes y diretes a través de la red social “X”, los empresarios terminaron la buena relación que mantenían desde la campaña del republicano, luego de que el CEO de Tesla criticara abiertamente el proyecto presupuestario del presidente de los Estados Unidos.
En el Uni Explica, analizamos el conflicto entre los magnates más allá del bromance y el controvertido plan fiscal que ocasionó el desencuentro.
Antecedentes de amor-odio.
En diciembre de 2016, mientras Donald Trump era presidente electo, Elon Musk se unió al Consejo de Asesoramiento Económico, pese a haberlo descrito previamente al republicano como “incorrecto para el trabajo” de liderar Estados Unidos.
Para junio del siguiente año, el empresario renunció, luego de que el mandatario anunció el retiro de EU del Acuerdo del París. Este momento sería un parteaguas de futuras rupturas impulsadas por intereses laborales y ambientales.
EN 2022, el CEO de Tesla compró Twitter, entre su restructuración, lo renombró “X” e implementó nuevas políticas con el fin de “ampliar” la libertad de expresión. Luego de estos cambios, la cuenta de Donald Trump fue reactivada tras una encuesta en la plataforma donde la mayoría de usuarios voto a favor de retirar el veto al gobernante.
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La etapa de la “luna de miel”.
En julio de 2024, durante su precampaña, Trump padeció un intento de homicidio en Pensilvania. Meses después, en octubre, se emitieron diversas facturas ante la Comisión Electoral Federal de EU de donaciones del fundador de SpaceX por más de 250 mil millones de dólares a diversas organizaciones encargadas de promover la campaña electoral del republicano.
Una vez ganada la confianza de Trump, el magnate comenzó a adquirir más presencia en la política, a finales de 2025, propuso la creación de la Comisión de Eficiencia Gubernamental, y el entonces candidato lo secundó, afirmando que de resultar reelecto, la establecería y pondría al empresario sudafricano al frente del nuevo órgano gubernamental.
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Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos y una vez establecido, cumplió su propuesta y nombró a Musk jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés). La relación que mantenían era tan estrecha que incluso el dirigente compró un Tesla S color rojo.
El principio del fin; crónica de una separación anunciada.
A finales de abril, el CEO de Tesla anunció que comenzaría a reducir significativamente su participación en el DOGE, y que se enfocaría más en su compañía de autos eléctricos. Para el cierre de mayo, se esperaba que Musk abandonara su cargo político, pues las regulaciones federales limitaban su periodo en el puesto a máximo 130 días. Al respecto, el mandatario estadounidense dijo “creo que es increíble, pero también creo que tiene una gran empresa que dirigir, así que en algún momento volverá”.
El momento llegó; sin embargo, no acabó con la paz y buenos términos esperados. El miércoles 28 de mayo Musk finalizó su tiempo a cargo del DOGE y por medio de un tuit agradeció al presidente por la oportunamente de reducir el gasto innecesario. No obstante, en una entrevista en el programa CSB Sunday Morning comentó que le “decepciona” el plan presupuestario, porque “no solo reduce, sino que aumenta el déficit presupuestario”.
Estalla la guerra
El pasado martes 3 de junio, comenzó una guerra mediática a través de redes sociales entre ambos magnates. En su cuenta de “X”, Musk publicó una crítica al plan fiscal del presidente, calificándolo de ser “una abominación repugnante”, por agravar el déficit. En respuesta, el gobernante esclareció que se sentía “muy decepcionado”, asegurando que Musk conocía el proyecto.
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En respuesta, el millonario se deslindó diciendo que no conocía el plan: “¡Falso! Nunca me mostraron este proyecto de ley y se aprobó tan rápido en la oscuridad de la noche que casi nadie en el Congreso pudo leerlo”, y se atribuyó parte del éxito electoral, además, creó una encuesta en la cual decía que ya era hora de crear otro partido político.
A partir de aquí, el conflicto pasó a amenazas políticas. Trump amagó con finalizar contratos y eliminar subsidios a las empresas de Musk, quien respondió que de perder contratos gubernamentales, SpaceX, su compañía espacial, detendría la construcción de la nave Dragón, vital para transportar astronautas y carga a la Estación Espacial Internacional. La campaña de mutuo desprestigio siguió, incluso relacionando al mandatario con los archivos J. Epstein.