Acolman, Méx.— En la casa de María Eugenia Roldán Romero duermen y sueñan entre piñatas. Esos productos multicolores que fabrican con amor y pasión están en todos los rincones de su hogar, hasta en las recámaras.
“Dormimos entre piñatas, deveras, porque ya los espacios no nos alcanzan. Para nosotros es precioso, la verdad, es muy bonito, cada piñata representa algo, cada piñata es un color, juega uno con los colores, nos motiva mucho, no nos deja estar tristes, siempre estamos contentos por lo mismo, porque es una ilusión estar viendo cómo van saliendo, aunque hay muchas parecidas, pero cada piñata es un logro”, dijo la artesana, quien lleva casi dos décadas dedicada a esa actividad.
Hace unas semanas el municipio de Acolman obtuvo la marca colectiva de la Piñata Artesanal Acolman Renace, la cual le otorgó el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), por lo que también forma parte de su patrimonio cultural.
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El municipio ubicado en el nororiente del Estado de México es reconocido a nivel nacional e internacional por la elaboración de piñatas desde hace varios siglos, pero no tenía el registro oficial en el país.
Para contar con esa marca, los productos deben tener varias características que avalen su calidad, las cuales fueron definidas por un comité especializado por los propios artesanos.
“Si bien se hacen piñatas en diferentes lugares, como estas que tienen este sello, este tipo de elaboración tan detallado en las diferentes técnicas del papel, de doblarlo, cortarlo, trabajarlo, darle esos detalles, es algo..., como bien comentan las artesanas, vamos fuera del municipio y llaman la atención, un trabajo muy valorado por todo el detalle que lleva, y precisamente es lo que tratamos que con la marca de alguna manera protejamos este trabajo que aquí se ha preservado durante años”, explicó Sacnité Zarco, jefa de Fomento Artesanal del ayuntamiento de Acolman.
“Para nosotros es un gran logro porque así le estamos dando la seguridad y la certeza a la gente de que nuestra piñata artesanal cuenta con las medidas necesarias, con el material que requiere para poder ser catalogada una artesanía con especificaciones que le da la calidad para los usuarios”, contó Celia Claudio Hernández, una de las artesanas.
Según el padrón del gobierno acolmense, son 120 los artesanos que elaboran ese producto con sus propias manos, no emplean maquinaria para hacerlas, las fabrican con la misma técnica con la que la hacían sus ancestros hace 437 años. “Aquí se prepara todo, hecho por manos artesanas, esto es cortado a mano, enchinado a mano, toda la pieza se pega uno por uno y lo mismo el color, el decorado también, todo es hecho en el momento, no hay nada que sea, digamos, con maquinaria, no, todo es hecho a mano”, afirmó Celia Claudio.
La mayoría de las personas que se dedican a la producción de piñatas son mujeres, algunas se asociaron con otras para formar un taller y otras lo hicieron solas o con ayuda de sus madres, hermanas, hijas y sobrinas para convertirse en emprendedoras.
En los talleres familiares y en las bodegas ya hay cientos de piñatas almacenadas para la época decembrina, que es donde más ventas se registran, aunque varios de los productores las fabrican para venderlas durante todo el año, porque hay demanda en cualquier temporada.
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“Se hacen piñatas para todas las temporadas, se hace la piñata para Día de Muertos, para las fiestas patrias, para Navidad, para las posadas. Para diciembre es donde la piñata artesanal se vende más. Sí, todo el año se trabaja, para ir juntando, para ir almacenando, entonces llegando la temporada, pues sale toda la piñata, se hacen las entregas, se hacen las ventas, vamos a las ferias, vamos a las expos y así vamos repartiendo todo”, explicó Consuelo Vásquez, otra artesana.
La obtención de la denominación del producto artesanal no sólo les permitirá a los habitantes de Acolman ponerle su propia marca, sino expandir su comercialización en el Estado de México, en otras entidades del país y en el extranjero.
“Nuestra labor es, obviamente, abrir el mercado para que puedan llegar a más lugares, siento que nos va a respaldar para lo que es ingresar a un nuevo mercado que pudieran notar y poner a Acolman en el mapa de que tenemos buena calidad y tenemos una belleza inigualable”, comentó Celia Claudio.
Los precios que ofrecen a los clientes varían, según el tamaño y decorado, hay desde 200 pesos hasta 2 mil 500 que son las más grandes y las que llevan más adornos. Las de mayores proporciones se las encargan las alcaldías mexiquenses, capitalinas y poblanas, que son utilizadas para adornar esos inmuebles, principalmente en la temporada de fin de año.
Cada uno de los creadores elabora al año, en promedio, mil piñatas, desde la más pequeña hasta las gigantes, las cuales sólo las hacen sobre pedido porque ocupan mucho espacio, en ese caso, cuentan con una bodega para almacenarlas.
En 2022 las autoridades locales iniciaron las gestiones para conseguir el reconocimiento para el municipio de Acolman como el lugar de origen de la piñata tradicional y artesanal. “Lo que estamos buscando cuando hicimos este registro de marca de la piñata es darle ese reconocimiento histórico-cultural al origen de un elemento tan icónico de la mexicanidad como es la piñata”, explicó Osvaldo Cortés, presidente del Comité Organizador de la Feria de la Piñata.
Fue en 1587 cuando los frailes agustinos que se asentaban en el exconvento de Acolman se encargaron de fabricar, por primera vez, una piñata que decoraron con colores y siete picos. El palo representaba la fuerza para romper con los falsos deleites del mundo y los colores brillantes significaban la tentación del demonio, mientras que la fruta era percibida como la gracia de Dios que cae sobre los feligreses.
En el Acolman prehispánico ya existía al inicio del Panquetzaliztli (festividad que celebraba el nacimiento de la principal deidad mexica), colocaban un palo alto y en la cima una figura de masa de amaranto del dios Xiuhtecuhtli y una olla en cuyo interior se colocaban plumas de colores y piedras preciosas.
Sólo hombres jóvenes y en edad viril podían competir para llegar a la cima del palo, eran bloqueados por los asistentes y los mismos competidores; quien lograra llegar a la cima repartía la estatua de Xiuhtecuhtli para que la gente comiera, ellos arrojaban la olla para esparcir regalos y que la gente fuese por ellos.
“Hoy día, Acolman es conocido como la cuna de la piñata, más de cinco siglos han transcurrido desde el momento en el que los agustinos la crearon con forma de estrella y siete picos que representaban los siete pecados capitales: avaricia, lujuria, gula, ira, envidia, pereza y soberbia”, recordó el edil acolmense Rigoberto Cortés.
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Los más jóvenes también se han interesado en aprender ese antiguo oficio, como Diana Isabel, de 23 años de edad, que forma parte del programa federal Jóvenes Construyendo el Futuro y fue enviada al taller de María Eugenia Roldán.
“A mí me gusta mucho, aprendemos a hacer lo que es el globo, a inflarlo, porque va por tamaños, desde las chicas hasta las más grandes, que son las megas y cómo hacer el engrudo, también cómo pegarlo, cuántas capas lleva el globo e ir poniendo conos”, comentó.
En diciembre se realiza la Feria de la Piñata, donde comercializan parte de los productos que elaboran para esa temporada pero quieren que en todo el año puedan distribuirlos para que mejoren los ingresos de los que se dedican a esa actividad ancestral, dijo Osvaldo Cortés.