Viena, la antigua capital del Imperio austrohúngaro cuenta con una larga historia que ha dotado a la ciudad de un amplio patrimonio artístico y cultural que abarca más de 100 museos, a los que hay añadir decenas de espacios para la música, el teatro y la ópera. Pero no menos interesante es el patrimonio inmaterial que los vieneses han acumulado durante siglos, como sus afamadas cafeterías en el centro histórico o los llamados heuriger a las afueras de la metrópoli. Estas son expresiones sociales únicas en el mundo que permiten al viajero conocer el verdadero espíritu vienés.
La cultura de las cafeterías y de las tabernas de vino casero de un año fueron declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Descubrir estas dos señas de identidad vienesa para socializar, mientras se admiran las calles, monumentos y museos de la ciudad, es una gran propuesta para sentir su esencia.
Se cuenta que los primeros granos de café llegaron a Viena en 1683, cuando lo soldados turcos, que habían intentado conquistar la ciudad, olvidaron algunos sacos con granos de este fruto en su retirada. Un emisario de la corte imperial los descubrió, y dos años más tarde se abría la primera cafetería de la ciudad.
Desde entonces, pero sobre todo desde la segunda mitad del siglo XIX, estos locales se han convertido en punto neurálgico de la sociedad vienesa. Políticos, aristócratas, escritores, pintores y todo tipo de artistas pasaban por estos templos de la cafeína, no solo para disfrutar de la estimulante bebida, sino para ver y dejarse ver, conversar, leer un periódico o un libro o simplemente pasar el tiempo muy relajada y plácidamente.
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La ruta de los cafés vieneses
En el Café Frauenhuer, en pleno distrito central de Viena —conocido no solo por sus bebidas, sino también por su apfelstrudel (tarta de manzana)—, han pasado por sus salones grandes personalidades durante sus dos siglos de vida, y ahora también muchos viajeros. Está muy cerca del Museo de la Música (Haus der Musik), un recinto moderno e interactivo para adentrarse en el mundo de la música clásica, otro de los emblemas de la ciudad.
Los locales más antiguos tuvieron que enfrentar, a mediados del siglo XIX, la competencia de los modernos y lujosos establecimientos que se abrieron en torno a la Ringstrasse, la elegante avenida que se construyó en Viena tras derribar las murallas medievales. Uno de los que se localizan en esa elegante avenida, es el Schwarzenberg. Está en una posición privilegiada, cerca de la sala de conciertos Musikverein, célebre por albergar el concierto de Año Nuevo. Se puede visitar en tours guiados durante todo el año y de camino hacia el Museo Belvedere, hogar de la pintura más famosa de Gustav Klimt, El Beso. El café es de comercio justo y frecuentemente hay conciertos de jazz o piano.
Este maridaje de museos y cafés se extiende con profusión por el centro histórico de la capital austriaca. La Colección Heidi Corten, la última pinacoteca abierta en la ciudad con una interesante colección de Picasso, Chagall, Klein y Bacon, está a cuatro pasos del Café Mozart.
(El café vienés) es una institución muy especial, incomparable con ninguna otra a lo largo y ancho del mundo. Se trata (...) de una especie de club democrático, abierto a todo aquel que quiera tomarse una taza de café a buen precio y donde (...) cualquier cliente puede permanecer sentado durante horas charlando, escribiendo, jugando cartas; puede recibir ahí el correo y, sobre todo, consumir una cantidad ilimitada de periódicos y revistas”.
Stefan Zweig, el famoso escritor austriaco y asiduo del Café Prückel, describió así la cultura vienesa del café en su libro ‘El mundo de ayer’.
Fue lugar de paso de figuras como el escritor Graham Greene, autor de la novela El Tercer Hombre, tras la Segunda Guerra Mundial. Sus salones conservan el mobiliario de época.
Otros muchos personajes pasaron también por el famoso Café Central, como el psicoanalista Sigmund Freud y Leon Trotsky. El actual local, renovado y trasladado tras la Segunda Guerra Mundial, sigue contando con la típica prensa colgada de varillas de madera para que los clientes puedan disfrutar de una lectura sin prisas entre sorbos de café o té. Es una alternativa interesante para el viajero que haya visitado previamente el Beethoven Pasqualatihaus, el apartamento donde vivió el músico y que se encuentra muy cerca. Ahora es museo.
Igualmente es muy popular el Café Bel Étage, en los bajos del exclusivo hotel Sacher, frente a la Ópera. Es aclamado por su tarta homónima. Demel, a dos pasos del Museo Sisi, es otra alternativa. Su pastelero era proveedor de la corte austrohúngara, y entre su clientela estaba precisamente Sisi, la emperatriz más conocida de Europa.
La lista de los cafés históricos y auténticos es interminable, pero es imprescindible destacar el Café Hawelka por su espíritu bohemio y su ubicación, cerca de la catedral de San Esteban, así como el Prückel, que está situado enfrente del MAK, el Museo de Artes Aplicadas de Austria, poco visitado, pero con una atractiva colección de muebles y objetos de la Austria de los siglos XIX y XX.
Las tabernas y Beethoven
Si la intelectualidad convirtió los cafés del centro en templos sociales del debate y la cultura, otra parte de los vieneses hizo lo propio con los heuriger de las zonas rurales de la ciudad, la única capital europea con viñedos.
Los últimos estudios señalan que, ya antes de los romanos, las colinas que miran al Danubio eran zonas de producción vitivinícola.
Ahora, la elaboración de vinos se mantiene en varios barrios, aunque se concentran principalmente en el distrito 19 (Dobling) y más concretamente en torno al barrio de Grinzing.
En esta antigua zona, sobre una colina con vistas al río Danubio, se localiza la mayor parte de los heuriger. Una palabra que designa tanto al vino casero y joven, de menos de un año, como a las tabernas donde los productores pueden vender lo que elaboran ellos mismos, a partir de un decreto del emperador José II de Austria, quien permitió esta actividad desde 1784.
Con el paso del tiempo y el aumento de la cultura enológica, estas populares tabernas han vivido una gran transformación para convertirse en espacios esenciales donde probar los caldos del año, acompañados con comida típicamente austriaca.
Si los restaurantes del centro de Viena destacan por la elegancia, sofisticación y precios algo elevados, los heuriger abren la posibilidad de acercarse a una gastronomía con un precio más asequible.
Cada otoño, con la vendimia comienza el ciclo vitivinícola en el que primero se puede probar el most (mosto de uva sin alcohol), más tarde el sturm (zumo de uva con poco alcohol) y finalmente el vino elaborado en el año.
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Desde 2019, la cultura de los heuriger es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. De hecho, el vino tiene denominación de origen.
Recorrer los barrios de Grinzing y Svievering del distrito 19 de Viena se está convirtiendo en una actividad demandada entre los viajeros que ya conocen el centro de la ciudad. Las suaves colinas de la zona permiten un paseo campestre para todos, a pie o en bicicleta. Igualmente se puede combinar con la visita al Museo de Beethoven, en el ascenso a la cumbre del Kahlenberg, de 500 metros de altura, con una de las mejores vistas de Viena.
Los vinos de Viena
- Las variedades más cultivadas en las 700 hectáreas de viñedos con los que cuenta Viena son la Grüner Veltliner, Riesling, Chardonnay y Sauvignon Blanc.
- Aunque se producen vinos monovarietales, los más populares en los heuriger son los Wiener Gemischter Satz en los que el productor puede mezclar entre tres y 20 variedades de uva de los campos de la ciudad.
Datos útiles para viajar a Viena
- Vuelos: Air France ofrece vuelos desde Ciudad de México a Viena para el invierno, con escala en París, desde 1,100 euros en viaje redondo.
- Viñedos: Tanto el autobús público 38B como alguno de los servicios de autobuses turísticos conectan el centro de Viena con los viñedos de los alrededores.
- Turismo de Viena wien.info/es
- Viena City Card: viennacitycard.at
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