BANFF.
— La naturaleza puede ser tan hermosa como intimidante. Eso pasa por mi mente mientras vago por el hotel, rodeado por un inmenso bosque. La fase más cruda del invierno ha terminado, aunque el lago frente a la propiedad permanece congelado. No puedo dejar de pensar que en estos larguísimos pasillos se pueden aparecer las gemelas siniestras de “El resplandor”.
A finales de mayo, ese lago de origen glaciar tendrá un brillante tono azul turquesa , irresistible de navegar en kayak. Es el Lake Louise , una de las postales más famosas del Parque Nacional Banff, en Canadá , el más antiguo del país, en plenas Montañas Rocallosas .
Mi hotel es e l Fairmont Château Lake Louise y tiene más de 100 años de antigüedad. Durante cuatro décadas permaneció cerrado durante el invierno. Una sola persona se quedaba a cuidarlo, como si fuese el hotel Overlook , de la novela “The Shining” y su adaptación cinematográfica. La aldea más cercana queda a cuatro kilómetros y la ciudad de Calgary está a dos horas.
El lugar es conocido por su lujo y la gastronomía de sus cinco restaurantes.
(Foto: Turismo Alberta)
Día uno
Me preparo para mi primera lección de esquí en el resort Lake Louise . Fue nombrado el mejor complejo de su tipo en Canadá hace unos meses, en los “World Ski Awards” . En muchos destinos la temporada de nieve ya casi termina, pero aquí se extiende hasta principios de mayo.
Mi encuentro con los esquís no resulta exitoso. No necesitas ser un atleta, pero sí tener un poco de fuerza en las piernas y valor para descender sin entrar en pánico y perder el equilibrio. Debo reconocer la paciencia de mi instructora: no debe ser fácil levantarme de la nieve tantas veces.
Me rindo y me voy a practicar tubing , a deslizarme sobre pistas congeladas encima una llantita, a manera de tobogán.
Día dos
A una hora está el pueblo de Banff. Tiene todo el look de una comunidad con pasado minero, pero fue concebido como un destino turístico a finales del siglo XIX , como parte de la legendaria ruta del Canadian Pacific Railway .
Es un poblado pequeñísimo, rodeado por montañas, ríos y cascadas. Para sus habitantes no es raro ver un venado cruzar su jardín.
(Foto: Turismo Alberta)
La avenida está atiborrada de tiendas y restaurantes . Muchos comercios ofrecen ropa térmica, elegantes chamarras y accesorios para la nieve. Hay dulcerías que venden delicias como las “garras de oso”: galletas cubiertas con chocolate, con nueces a manera de uñas.
La cocina local es un sueño para quienes amamos los quesos y la charcutería . También emplea carne de res y bisonte. Uno de los restaurantes más famosos es Park Distillery , que produce su propio vodka y ginebra, y ofrece recorridos por su destilería.
(Foto: Turismo Alberta)
En las afueras se encuentra el hotel Fairmont Banff Springs . Construido poco antes del siglo pasado, con la arquitectura de un enorme castillo escocés. Su fama se la ha otorgado su spa de lujo . Se dice que en las escaleras se aparece una mujer vestida de novia y que hay un empleado con ropa de otra época que se rehúsa a dejar su trabajo.
Día tres
La mejor vista del pueblo, del bosque y glaciares, está a dos mil metros de altura. Al mirador se llega en ocho minutos a bordo de una góndola . Existe otra alternativa: un sendero de madera que conduce hasta la cumbre de la montaña. En este punto, la nieve se siente como el polvo más fino que he tocado.
No hay que dejar de ir a Cave and Basin : aguas termales en las faldas de una montaña. Una de ellas está en el interior de una cueva. Por estas aguas se creó el Parque Nacional de Banff.
Regreso al hotel fascinada, pero aun así no me gustaría ser uno de los cuidadores de este lugar alejado de todo.