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El Pleno de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México aprobó, el 1 de agosto, las reformas a la Ley para la Celebración de Espectáculos Públicos y la de Protección a los Animales de la CDMX, que prohíbe el uso de delfines en espectáculos públicos, privados y en tratamientos terapéuticos. Sin embargo, la medida aún no entra en vigor, ya que debe ser publicada en la Gaceta Oficial.
El tema sobre cómo viven los mamíferos marinos en cautiverio vuelve a ser polémico; hay quienes están a favor y otros en contra.
Entrevistamos a Fernando Delgado, un médico veterinario zootecnista de la Asociación Mexicana de Hábitats para la Interacción y Protección de Mamíferos Marinos (AMHMAR), para desmitificar la imagen que se tiene sobre estos espacios.
Los delfinarios de la AMHMAR son hábitats que promueven, a través de la interacción, la conservación y estudio de la especie Tursiops Truncatus, mejor conocida como delfín nariz de botella.
Los delfines no son castigados para desempeñar una actividad. Los entrenadores solo refuerzan sus conductas naturales con recompensas positivas, como una caricia, un juguete y alimento.
A los ejemplares no se les restringe su alimentación durante el entrenamiento, si esto sucediera los delfines se deshidratarían, ya que obtienen agua a través de la oxidación del pescado.
La norma 135-SEMARNAT-2004 regula las horas en las que puede interactuar un delfín en un día entero: no deben ser más de cuatro horas.
El 50% de los delfines en cautiverio no fue cazado, nació por programas de reproducción de la AMHMAR. Desde 2002, la colecta de mamíferos marinos está prohibida en aguas nacionales y, desde 2006, se prohíbe la importación y exportación de especies marinas.
Los delfines bajo cuidado humano pueden vivir de 23 a 30 años, incluso hay registro de especies que han alcanzado los 60 años. En vida silvestre, su promedio de vida es de 18 años.
El nado con delfines en vida silvestre que organizan algunas touroperadoras puede causar estrés a los ejemplares, porque se invade su hábitat y se ven obligados a cambiar algunas rutinas, como el sueño y la alimentación.