Aunque no lo creas, viajar no siempre es beneficioso para todos. De hecho, hay algunos trastornos psicológicos que los turistas pueden padecer. Son causados por circunstancias muy específicas y resultan bastante increíbles, pero casos documentados prueban su existencia. Aquí te explicamos 4 de ellos.
Este término fue acuñado por el psiquiatra franco-japonés Hiroaki Ota, para describir un desorden psicológico transitorio que, se cree, afecta principalmente a los viajeros japoneses. Quienes lo padecen, comienzan a manifestar una serie de síntomas poco después de llegar a París: alucinaciones, delirio de persecusión, despersonalización y ansiedad. También pueden presentar mareo, taquicardia y vómito, explica The Culture Trip.
Se ha hablado sobre varios factores que pueden causar este trastorno, como la barrera del idioma y las grandes diferencias culturales (formalidad, temperamento de los extranjeros, etc.), sumado al jet lag por el largo viaje.
Pero, ¿por qué solo sucede en París y no en otras ciudades europeas? La teoría indica que la imagen de París está muy romantizada en Japón; es vista como una ciudad extremadamente sofisticada, llena de estilo y buen gusto, lo cual infla demasiado las expectativas de los turistas.
Tampoco es que suceda tanto. Según el sitio SBS Australia, alrededor de 20 personas son repatriadas al año a causa del síndrome. Sin embargo, Japón tiene una línea de ayuda centrada en este padecimiento, la cual funciona las 24 horas.
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Si le preguntas a un guía local, es probable que te cuente una historia cercana relacionada con este trastorno, o incluso algo que él mismo atestiguó. Es una condición psiquiátrica que, se estima, afecta a un centenar de personas cada año, según la BBC.
Quienes padecen esta condición tienen un denominador común: piensan que habrá una redención inminente en Jerusalén, y que ellos deberán fungir como profetas. Puede estar relacionado con la religión cristiana, judía o musulmana.
Se piensa que los pacientes tienen una condición mental preexistente antes de llegar a Jerusalén, además de un interés particular por la religión. Sin embargo, también puede ocurrir con personas no creyentes, le explicó el profesor de psiquiatría Pesach Lichtenberg a la BBC.
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¿Crees que el arte sea capaz de impresionar tanto a una persona como para enfermarla? Al parecer en Florencia es posible, y existen suficientes casos como para que comiences a considerarlo. A finales del año pasado, por ejemplo, un hombre sufrió un ataque cardiaco mientras contemplaba “El Nacimiento de Venus”, de Botticelli.
El Síndrome de Stendhal es un desorden psicosomático que ocurre cuando una persona se expone a muchas obras de gran belleza concentradas en un mismo sitio, o conecta emocionalmente de manera muy profunda con una pieza de arte en particular. Los síntomas incluye taquicardias, mareo, desorientación, desmayos y confusión, afirma el sitio web Mental Floss.
El trastorno se llama así por el autor Marie-Henri Beyle (mejor conocido por su seudónimo, Stendhal), quien lo padeció en 1817, cuando visitó la Basílica de la Santa Cruz, en Florencia.
Suele pasar con personas fácilmente impresionables o que tienen una condición médica previa. Pero, ¿por qué este fenómeno se da principalmente en la ciudad italiana? Se cree que todo se debe a la enorme concentración de arte renacentista en su centro histórico.
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No es exactamente un síndrome, sino un proceso de adaptación para las personas que pasaron mucho tiempo en otro país y regresan a establecerse en su lugar de origen. Se debe principalmente a los cambios que el viajero experimentó a nivel personal durante su estancia en el extranjero, de acuerdo con la Universidad de Yale; en ese periodo de tiempo estableció rutinas, vivió momentos significativos, creó un círculo de amigos y está bien adaptado a una cultura distinta. Por eso, su “casa” ya no se siente como tal.
Es posible que quien está pasando por este proceso comience a juzgar de manera dura a su propio país, se sienta fuera de lugar, padezca depresión, cansancio, problemas para dormir, apatía o irritabilidad.
El proceso puede tomar meses o incluso años, todo depende de la persona y sus esfuerzos por adaptarse de nuevo.