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A la mitad de la playa, hay un río color turquesa que desemboca en el mar. Luce cristalino. El agua proviene de un cenote abierto. El calor caribeño me empuja hacia esta poza fría y transparente. En cuanto mis pies dejan de sentir el piso, una suave corriente me arrastra por un canal natural rodeado por manglares que me conduce gentilmente hasta la orilla del mar.
(Foto: Cortesía)
Encontré el mejor “tobogán” del mundo y, como si tuviera 10 años, corro de regreso al punto donde comencé, para flotar y dejarme llevar por la corriente una y otra vez. Cuando una nunca ha disfrutado de un escenario como éste, hay que aprovechar cada momento.
Este pequeño episodio resume mi primera impresión del hotel Hacienda Tres Ríos , una propiedad rodeada de selva en la Riviera Maya , a 20 minutos de Playa del Carmen .
Antes de contar mi experiencia debo decir que mi visión de un hotel ecológico era representada por un lugar pequeño e íntimo, no era un resort familiar con albercas. Después supe que Tres Ríos fue pionero de los proyectos eco-friendly en la zona. Junto con el complejo Mayakoba, fue señalado por Semarnat como modelo de desarrollo turístico sustentable.
¿Qué actividades hay?
En este pedazo de jungla había un parque ecoturístico que ofrecía recorridos a pie, en bici y en segway, los cuales se han conservado hasta la fecha para mostrar a los turistas el entorno selvático. El hotel (inaugurado en 2008) abarca solo 5% de esta reserva natural.
(Foto: Cortesía)
Cuando me preguntan si sé remar, digo que sí. Lo que nadie me dijo es que el kayak se atora con facilidad entre las ramas de los manglares. Mi accidentada travesía tiene lugar en el cenote , el mismo que va a parar hasta la playa. En el camino, los manglares forman curvas estrechas, pero una vez que agarro ritmo todo se vuelve relajado. Hasta presto atención a las aves que sobrevuelan la zona.
(Foto: Cortesía)
Para hacer un mejor avistamiento del mundo que vive bajo el cenote, la mejor opción es practicar esnórquel . Eso sí, el agua siempre parece estar helada. Para no sufrir demasiado, los guías recomiendan echarte un clavado desde el muelle . El paisaje en las profundidades es surrealista: parece un bosque submarino, con delgadísimas ramas que se extienden por debajo del agua y pequeños troncos al fondo.
La comida
Nunca he sido una fanática de los platillos “saludables” . Por eso mi mayor sorpresa en la propiedad es la variedad de comida: hay un restaurante italiano, uno mexicano e incluso otro más con influencias asiáticas. A diferencia de muchos establecimientos, aquí la mayor parte de los ingredientes proviene de un huerto orgánico: un desarrollo agrícola llamado Ethos, localizado en una reserva natural de Cancún.
Dicen que algunos sabores, como el del chile, se intensifican por las condiciones del clima y del suelo. Segundos después de escuchar la advertencia, ya estoy tomando media botella de agua de un solo trago, mientras mi lengua arde y se me “suelta el moco”.
No estoy acostumbrada a la fauna silvestre. Solo así puedo justificar el gritito ridículo que suelto cuando un pequeño roedor, poco más grande que una rata, sale de los arbustos mientras exploro. Es un sereque que avanza lentamente junto a mí para regresar a su hogar, escondido entre la vegetación.
Por fortuna, con el paso de los días me vuelvo más “valiente” al toparme con iguanas y coatís. En todo este territorio viven más de 90 especies : hay venados, osos hormigueros y ¡hasta tigrillos! Más de un citadino podría asustarse con el dato, pero es difícil que alguno de los animales se deje ver o se acerque a los huéspedes.
Hay turistas que se quejan porque tienen que caminar varios minutos para llegar a la playa. Pero esto es bueno porque así, la construcción del complejo genera el menor impacto a los ecosistemas que coexisten en la zona.
Para que el manglar crezca sano , no debe alterarse el flujo de agua que llega hasta él. Por eso, el hotel se edificó a dos metros por encima de la superficie, elevado sobre 600 pilotes. En el espacio que queda entre el suelo y los edificios, el agua transcurre libremente en una base de piedras sin compactar.
Mientras escucho la risa de los niños y el bullicio de los restaurantes, de primer momento no pienso en Tres Ríos como un destino con prácticas sustentables. Las cosas que no están a la vista son las que hacen la diferencia. Por ejemplo, para calentar el agua se usan paneles solares o un mecanismo vinculado con el aire acondicionado; éste a su vez, funciona con agua fría y cuenta con sensores dentro de las suites, que regulan el uso de energía cuando los espacios están desocupados. Además, todos los desechos de la cocina sirven como composta.
(Foto: Cortesía)
El verdadero atractivo es divertirte en un entorno natural. Hacer caminatas entre los senderos delimitados por manglares y dormir arrullado por el sonido del viento azotando las hojas. Sin olvidar, por supuesto, tomarte un momento para pedir un coctel junto a la alberca.
Hay tarifas desde 456 dólares por noche para dos personas, en plan todo incluido. Esto contempla comidas, todas las bebidas y paseos.