El Museo Nacional de Antropología asombra desde antes de comenzar a recorrer las salas. Tan solo la fuente invertida El Paraguas, con 17 metros de altura, y el Monolito de Coatlinchán (que, se dice, podría representar a Tláloc o la diosa Chalchiuhtlicue) con sus 165 toneladas afuera del inmueble, acaparan las miradas y fungen como emblemas del museo .
Con 22 grandes salas, divididas en una colección arqueológica (planta baja) y otra etnográfica (planta alta), habría que escribir muchísimos artículos para abarcar la mayoría de las piezas que resguarda. De hecho, ni siquiera alcanzas a recorrerlo completo en una sola visita.
Si hace mucho tiempo que no vas o nunca lo has visitado, para ese primer recorrido te decimos algunas de las piezas que más te van a impresionar.
1. Piedra del Sol
Foto: Wikimedia Commons/ Juan Carlos Fonseca Mata
En primer lugar, la Piedra del Sol impresiona por su enorme tamaño (3.6 metros de diámetro) y resulta casi hipnotizante por su cantidad de detalles; puedes pasar un buen rato admirándola en silencio. Pero también es una de las piezas más importantes del museo y una de las cuales formaron parte de su origen, a finales del siglo XVIII.
Fue descubierta por casualidad en 1790, gracias a una serie de trabajos de empedrado y conducción de agua en la Plaza Mayor (hoy Zócalo) de la Ciudad de México .
Aunque el monumento de 24 toneladas es conocido como Calendario Azteca, en realidad se cree que pudo ser concebido como una piedra para el sacrificio gladiatorio. Sin embargo, las imágenes labradas en la piedra expresan la cosmovisión de los mexicas. En sus anillos concéntricos hay elementos relacionados con el registro del tiempo y en su centro está el glifo 4 Movimiento, nombre del Quinto Sol o era de los mexicas.
Se cree que tras la Conquista la Piedra del Sol fue colocada con el relieve hacia arriba en la Plaza Mayor pero, décadas después, el arzobispo Alonso de Montúfar mandó voltearla y enterrarla por ser “obra del demonio”.
2. Máscara de Pakal
Foto: Wikimedia Commons/ Wolfgang Sauber
K’ihnich Janaab’ Pakal gobernó Palenque entre los años 615 y 683. Se sabe que asumió el poder a la edad de 12 y lo mantuvo durante 68 años.
En el Templo de las Inscripciones fue hallada su tumba, y en el Museo de Antropología puedes encontrar una reproducción de ésta para que imagines cómo se habrá visto alguna vez.
La pieza más emblemática es su máscara mortuoria, elaborada en un mosaico con 349 fragmentos de jade con ojos de concha e iris de obsidiana; tiene deformación craneal, nariz aguileña y boca abierta. En la tumba estaba acompañada con otros objetos, como un pectoral, collares, brazaletes, orejeras y cuentas de jade.
3. Disco de la Muerte
Una escultura que resulta imponente y, para algunos, un poquito desconcertante. Fue encontrada en 1963, en la Plaza de la Pirámide del Sol.
Se trata de un cráneo humano con la lengua de fuera y un resplandor que se asemeja al papel plisado. Se piensa que estaría relacionado con el sacrificio humano y la muerte del Sol, o con Mictlantecuhtli, deidad mexica de la muerte.
4. Atlante de Tula
Foto: Archivo Digital MNA
Es una escultura hecha en piedra basáltica, con más de 4 metros de altura; fungió como uno de los pilares que sostenían la techumbre del templo superior de la Pirámide B de Tula, en Hidalgo. En los años cuarenta fueron hallados los 4 atlantes, 3 de ellos se quedaron en la zona arqueológica y uno está en el Museo de Antropología.
Así se vería, idealmente, un antiguo guerrero tolteca: puedes ver su tocado cilíndrico, pectoral en forma de mariposa, sandalias decoradas con serpientes y un conjunto de armas como el lanzadardos.
Según análisis recientes, alguna vez este elemento arquitectónico tuvo pigmentos rojos, azules y blancos.
5. Penacho de Moctezuma
Foto: Wikimedia Commons/ Thomas Ledl
Sabemos que el Penacho de Moctezuma se encuentra en la ciudad de Viena, Austria, pero cuando veas esta réplica te vas a impresionar casi tanto como si vieras el original.
Fue elaborado a finales de los años treinta por Francisco Moctezuma, artista plumario que no tuvo acceso a la obra original y pudo haber trabajado solo con copias de la imagen, de acuerdo con María Olvido Moreno, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.
Sin embargo, esta réplica se puede considerar una pieza única porque no se puede reproducir: no hay suficientes ejemplares de quetzal macho o charlador turquesa que muden las plumas necesarias para hacerlo.
El penacho tiene plumas de casi un metro de largo en tonos verdes; también posee plumas marrón, rojo y azul, además de torrecillas de oro.
6. El Acróbata de Tlatilco
Foto: Wikimedia Commons/ El Comandante
Entre 1962 y 1969 se excavaron 213 entierros humanos en Tlatilco, en el actual municipio de Naucalpan. Entre ellos destaca el Entierro 154, por la cantidad de objetos acompañando al individuo quien, se ha pensado, pudo ser un chamán.
Uno de los objetos es esta vasija de cerámica, una obra maestra del Preclásico y que resume toda la complejidad de esta época. Elaborada en caolín, una arcilla blanca muy fina, representa un contorsionista que descansa sobre sus codos; tiene un orificio en su rodilla izquierda, pues la pieza se usaba como botellón.
7. Monito de obsidiana
Foto: Archivo Digital MNA
Por la calidad de su acabado y el dominio de la técnica, esta vasija es una pieza favorita entre los visitantes del Museo de Antropología. También fue un misterio durante mucho tiempo y hasta se llegó a pensar que era falsa, por desconocerse su origen.
Ahora se sabe que fue hecha en obsidiana dorada de la Sierra de las Navajas, en Hidalgo, y que es auténtica no solo por compartir ciertos materiales con otros objetos prehispánicos hallados en la Cuenca de México, sino porque en su elaboración no hay huellas de procesos o herramientas modernos.
La historia de su llegada al museo es curiosa. El médico Rafael Lucio lo obtuvo en 1869, como pago por la visita domiciliaria a un paciente; éste la había intercambiado por un borrego con un campesino que la encontró en los terrenos de una hacienda cerca de Texcoco. El doctor la vendió a la institución 7 años después, por 600 pesos.
8. Teocalli de la Guerra Sagrada
Foto: Wikimedia Commons
Este monolito mexica fue hallado en los cimientos de Palacio Nacional, en 1927, y es la única pieza arqueológica que tiene grabado el símbolo de la fundación de Tenochtitlan: el águila posada sobre el nopal.
Sus relieves hablan sobre el poder militar de los mexicas tras la fundación de su ciudad.
9. Pectoral de concha de Nexpa
Foto: Archivo Digital MNA
Se trata de uno de los objetos más antiguos que se han encontrado en Mesoamérica, pues data de entre los años 1350 y 1250 a.C. (periodo Formativo temprano). Fue descubierto en un entierro, en el estado de Morelos, entre los años 1969 y 1970.
La obra fue labrada sobre una concha de Pinctada mazatlanica, proveniente del océano Pacífico. En ella se representan 2 reptiles en alto relieve, y tiene 3 perforaciones que sirvieron para colgar la pieza.
Se cree que pudo ser un artículo de lujo para el integrante de una élite.
10. Coatlicue
Foto: Wikimedia Commons/ Luidger
Como la Piedra del Sol, este monolito hallado en 1790 es una de las piezas que dieron origen a lo que ahora conocemos como el Museo de Antropología y que fue un parteaguas para la arqueología en México.
Es una representación de Coatlicue, madre de Huitzilopochtli y deidad relacionada con la fertilidad y la tierra. Está decapitada y parcialmente desmembrada, en donde debería estar su cabeza hay serpientes que simbolizan sangre fecundadora; como símbolo de su maternidad, sus senos están flácidos y tiene un pliegue abdominal. Además, posee una falda de serpientes entretejidas, que simbolizan a la diosa, y un collar con corazones, manos y un cráneo.
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