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La historia de Tamara Vega, como atleta, se construyó a lo largo de 18 años. Si bien, sus memorias con el pentatlón moderno ya conocieron un punto final, esto no significa que abandonará el deporte; continuará activa, sólo que desde la otra cara de la moneda: como un canal entre deportistas e instituciones.
Sobre todo, porque guarda una urgencia por crear espacios seguros, con cero tolerancia a la violencia.
“Te puedo dar una lista interminable, tanto de las cosas negativas, como de las positivas. Hasta hace unos años, me hice consciente de muchas cosas que —también en mi tema personal— descubrí que normalicé conductas que no estaban bien hacia mi persona”, dijo.
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Las violencias que Tamara enfrentó cuando era menor de edad la llevaron a ese sueño de construir un deporte sano. Que, más que anhelo, es una lucha para convertir en una realidad, tanto con su Fundación —la cual lleva como bandera su nombre— como con su trabajo como embajadora en el Comité Olímpico Mexicano (COM).
“Me retiré hace cinco meses. Y he estado estudiando. He estado leyendo. He estado trabajando mucho, porque —si bien el deporte me dio 18 años de muchos aprendizajes— sé que aún puedo aprender más para dar más”, reconoció.
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Tamara no extraña competir en pentatlón moderno, porque es un capítulo que cerró “con amor”, pero continúa practicando esgrima. Sigue entrenando, con este trabajo de acompañamiento y visibilización como su prioridad.
No es un esfuerzo aislado. Todo lo contrario. Y esto es algo que reconoce, por lo que —en su retiro— continuará preparándose.