La pregunta es ¿qué diría en esta época, donde hay juegos cada tercer día y el futbolista está más que explotado en su físico?

Seguramente, a decir de Fernando Signorini, quien fuera su colaborador a lo largo de su vida, “estaría protestando, estaría pidiendo a los futbolistas que se unan, que dejen de obedecer a los que no saben nada de futbol”.

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Signorini sabe que es difícil retar a las autoridades, “pero Diego fue el primero que lo intentó”, recuerda. “En el Mundial del 86 alzó la voz cuando dijo que no se podía jugar a las 12 del día, con la altura de la Ciudad de México y el smog... Ahí saltó el dueño de la FIFA, el brasileño [Joao] Havelange, a decir que los jugadores se tenían que callar y ponerse a jugar”.

Y quizá ahí haya “un reclamo mío a Diego, no debió quedarse callado, debió dejar de jugar en ese momento para que los de pantalón largo se dieran cuenta de que los protagonistas de este juego son los que están en la cancha y no los que viven de ella. Quizá sea el momento de recordar eso”.

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