Nunca el mote de Junior le había quedado tan grande a un atleta profesional mexicano como a Julio César Chávez Carrasco, quien lleva en el nombre su gran penitencia: Ser el primogénito de la máxima leyenda del boxeo tricolor.

La vida del César del Boxeo no es precisamente la de un modelo a seguir, pero su calidad y talento arriba del cuadrilátero jamás estuvieron en tela de juicio.

La tenacidad, dureza y —sobre todo— empuje, fueron las características que presumía el hijo pródigo de Ciudad Obregón, Sonora.

Tristemente para el Junior, el talento boxístico no se hereda y las constantes caídas en su carrera desviaron el camino. Malas compañías, abuso de sustancias, dopaje, fallas en la báscula, palizas y un sinfín de anécdotas, terminaron por manchar el nombre más respetado del pugilismo nacional.

El boxeador de 39 años ha arrastrado el legado que su padre forjó con sus propias manos. Si bien, Chávez González también se ha equivocado en el ámbito personal, ha logrado componer su vida y, con eso, su legado. Hoy, el nombre del hijo se relaciona más con problemas, incapacidad boxística y, en recientes fechas, con el crimen organizado.

Chávez Jr. fue detenido el 2 de julio en Los Ángeles, California, por el ICE. La cereza en un pastel lleno de infamia, con un amargo sabor... El de la vergüenza y la decepción de quien pudo llevar un legado a trascender por muchos años más, pero lo convirtió en el hazmerreír del boxeo.

Con Chávez Jr. a punto de ser deportado de Estados Unidos, la carrera del pugilista parece haber llegado a su fin.

Deportivamente, su trayectoria concluyó el sábado 28 de junio, cuando un creador de contenido convertido en púgil (Jake Paul) le propinó una de las palizas más humillantes en su vida.

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