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Entre el lodo, el frío, el cruce de ríos crecidos y la humedad de la sierra tarahumara, se escribió una historia de resistencia en Guachochi. El Ultramaratón de los Cañones volvió a poner a prueba a los más fuertes, física y mentalmente, en las distancias de 63 y 100 kilómetros.
Desde las primeras horas del día, los 332 participantes se reunieron en la plaza principal. Al ritmo de las campanas de la iglesia y el estallido de cohetes, comenzó la travesía hacia lo desconocido, rumbo a un terreno que no perdona y que exige todo .
José Luis Nieto fue el gran protagonista. Tal como en 2024, volvió a dominar los 100 kilómetros y se proclamó bicampeón. Esta vez lo hizo en 9 horas y 22 minutos, mejorando en casi una hora su marca anterior. Su llegada fue silenciosa, pero poderosa: un brazo alzado, una medalla en alto y la mirada al cielo.
“Pensé que no lo iba a lograr. El año pasado el agua no estaba tan crecida, por lo que este año estuvo muy difícil. No perdí la esperanza. Se lo prometí a Dios”, fueron las palabras del originario de Nicolás Romero.
En los 63 kilómetros, Hilario Frías, originario de Urique, logró imponerse con un tiempo de seis horas. Lo siguieron Mariano Bejarano en segundo y José Arcadia en tercero, quienes también vencieron a la montaña.
La rama femenil fue liderada por Candelaria Rivas Ramos, de Guadalupe y Calvo, que marcó un tiempo de siete horas y media. Fue recibida entre aplausos al llegar a la plaza municipal, como símbolo de fuerza y orgullo chihuahuense.
Detrás de cada nombre hay una travesía. Muchos rarámuris caminaron desde comunidades lejanas para participar, fieles a su tradición: con sandalias, vestidos típicos y una voluntad a prueba del tiempo. En cada zancada se dejaban su ilusión.
Más allá de los premios económicos o las futuras competencias en el extranjero, terminar esta carrera es un logro mayúsculo. Porque en Guachochi no solo se corre contra el reloj, sino contra el cansancio, lo mental y la montaña misma.