Carlitos abraza a su papá y éste sólo pregunta “¿ Ya terminó el juego de Estados Unidos ?”. Esa era la verdadera preocupación en ese momento. En el estadio Olímpico no se jugó un partido, se jugaron tres .

Porque mientras Honduras buscaba contra México , un milagro, en Panamá se vivían horas de angustia, en tanto que en Trinidad y Tobago , nadie esperaba la sorpresa.

Así es el futbol.

La eliminatoria comenzó así: México, 21 puntos; Costa Rica 16, Estados Unidos 12, Panamá 10, Honduras 10 y Trinidad y Tobago 3 .

Pero habría muchos movimientos. Todo comenzó en San Pedro con el gol de Oribe... Ahí, la ilusión catracha se transformó en desesperación: “Par de maricas…”, le gritaban a Pinto cuando hablaba con su auxiliar técnico; “haz el cambio vieja”, le exigían al colombiano, quien durante 33 minutos, fue el enemigo número uno de la nación.

Hasta que llegó el gol de Elis, que también trajo noticias en Trinidad, 2-0 sobre Estados Unidos y en Panamá, que perdía 0-1 con los ticos. Así, el hexagonal cambiaba de posiciones: México 22; Costa Rica, 19; EU, 12; Panamá y Honduras, 10, Trinidad y Tobago, 6.

En ese momento, aunque le faltaba un gol a Honduras, Pinto se había vuelto “dios”.

Mas el futbol es de momentos. Cayó el gol de Carlos Vela y otra vez, la tabla se modificó, igual que el ánimo sobre el técnico catracho: “Quítate de ahí”… “Puro puñetero”… “Mete a Chirinos; Chirinos lo resuelve todo” exige el Olímpico.

Inicia la segunda parte y renacen las esperanzas de muchos, mueren las de otros. Panamá empata a Costa Rica con un polémico tanto, y Honduras de igual forma lo hace con México, no una, sino dos veces. La tabla queda así en esos momentos: México, 21; Costa Rica, 17; Honduras 13; EU, 13; Panamá 11 y Trinidad y Tobago, 6.

Así pasa el tiempo. Carlitos no suelta a su padre, el papá no suelta a Carlitos . Gente se mete a la cancha en busca de festejar la casi llegada al Mundial y el árbitro salvadoreño la ratifica con el silbatazo final.

“¿Acabó el juego de Estados Unidos?”, pregunta el papá de Carlitos y cuando sabe el final, llora de alegría, su hijo llora con él, ambos se van cansados y abrazados, porque no jugaron un partido, en San Pedro Sula se jugaron tres... Édgar Luna Cruz / Enviado

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