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Después de conquistar el Super Bowl 50 y obtener el segundo anillo de campeonato, Peyton Manning decidió retirarse.

El cinco veces Jugador Más Valioso (MVP) de la NFL estaba por cumplir 40 años y una lesión en el cuello ponía en riesgo su vida.

Casi 18 meses después, el ex quarterback consideró que el retiro fue lo correcto, aunque aceptó que extraña los juegos dominicales.

El egresado de la Universidad de Tennessee echa de menos convivir con sus compañeros y vencer a los Patriots de Nueva Inglaterra, pero los golpes en la espalda y las caídas al césped le dijeron que no más.

La lesión en el cuello, sufrida en 2011, fue su principal obstáculo.

Un anillo de Super Bowl, con los Colts de Indianapolis, no era suficiente. Su legado tenía que ser mayor, mas su salud se complicó.

“Tuve una lesión muy fuerte, que me imposibilitó jugar todo 2011. Casi me impide lanzar el balón”, dijo el ex quarterback en su visita a la Ciudad de México.

La franquicia que lo seleccionó en 1998 no quiso tomar el riesgo y lo dejó en libertad.

“Perdí mi trabajo, busqué un equipo que me diera oportunidad de jugar. Tuve la opción de retirarme y nadie habría dicho algo, pero dependía de mí salir adelante y recuperarme. Regresé para ganar un Super Bowl con los Broncos”.

Manning se retiró con dos títulos, cinco trofeos de MVP, 14 selecciones al Pro Bowl, 71 mil 940 yardas lanzadas y 539 pases de touchdown. En 18 años como profesional no tiene algo de qué arrepentirse.

Los domingos sin Peyton han dejado un hueco en los aficionados y en él mismo. “El compañerismo es un sentimiento sin comparación; es lo que más extraño”.

Peyton aceptó que los juegos ante Tom Brady eran especiales, ya que la rivalidad era única.

“Siempre era agradable vencer a los Patriots de Nueva Inglaterra. Eran juegos muy parejos y ganarles siempre brindaba alegrías a todos en el equipo”, añadió.

Otra rivalidad, narrada por el emblemático “18” fue con Ray
Lewis, ex linebacker de los Ravens de Baltimore.

“Siempre fue el que me golpeó más fuerte”, recordó. “Siempre que me tumbaba, me susurraba al
oído: ‘Regresaré por ti y será peor’. No era alguien agradable sobre
el campo.

“Yo me levantaba para demostrar que no iba a darme por vencido ante nadie”.

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