En cuanto Eduardo Núñez sintió que el réferi iba a levantarle el brazo derecho, hizo explotar su garganta y algunas lágrimas le rodaron por las mejillas.

No era para menos. El sinaloense acababa de hacer historia, al proclamarse nuevo campeón superpluma de la Federación Internacional de Boxeo.

Gracias a una actuación basada en habilidad, inteligencia y pegada, el Sugar dinamitó los pronósticos y derrotó por decisión unánime al japonés Masanori Rikiishi, quien llegó al combate como favorito.

Etiqueta que no tardó mucho en hacerse añicos frente a un púgil que de dulce sólo tiene el sobrenombre, porque salió a demostrar que el boxeo mexicano se distingue por la valentía.

Cualidad que los jueces le valoraron, para darle la victoria con tarjetas de 115-113, 116-112 y 117-111.

Aunque la lectura de las puntuaciones fue mero formalismo. Núñez dominó el combate desde el primer round y se quedó muy cerca de enviar a la lona a Rikiishi, para sorpresa de los asistentes y el propio boxeador asiático, quien subió al ring convencido de que no tendría problemas en retener el cinturón.

Tardó poco en darse cuenta de que se trataba de una simple utopía, porque el Sugar otorgó una cátedra de cómo buscar un título mundial como visitante, con todo en contra.

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