El estadio Olímpico Universitario fue testigo de una noche mágica para Cruz Azul.

En la Jornada 13 del , la Máquina venció 2-1 al América con una actuación heroica de Nacho Rivero, quien ingresó desde la banca para cambiar el destino del Clásico Joven y devolverle la sonrisa a la afición celeste.

El arranque fue parejo, con un Cruz Azul decidido a imponer condiciones pese a las ausencias de Willer Ditta, Kevin Mier y el propio Rivero.

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El dominio era azul, pero el gol se negaba a caer. América resistía gracias a las intervenciones de Andrés Gudiño y Jorge Rodarte, en un primer tiempo que se jugaba más con el corazón que con la cabeza.

La tensión se apoderó del partido al minuto 29, cuando Víctor Dávila salió lesionado y Alejandro Zendejas tomó su lugar.

Los de Coapa parecían recuperar el control y, al 31, Brian Rodríguez silenció CU con un gol que hizo estallar a los aficionados americanistas presentes; sin embargo, la respuesta cementera no se hizo esperar.

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Apenas dos minutos después, “Toro” Fernández apareció en el área, empujó el baló, venció a Luis Malagón y empató el marcador. Su festejo, desafiante, fue un grito de alivio para toda la nación celeste.

A partir de ahí, Cruz Azul tomó impulso y empezó a jugar con más determinación, empujado por una afición que no dejó de creer.

El segundo tiempo trajo consigo la figura de Nacho Rivero. El uruguayo ingresó con actitud, liderazgo y energía. Bastaron unos minutos para que se convirtiera en el protagonista. El uruguayo aprovechó un balón afuera del área y marcó el 2-1 definitivo, desatando la locura en CU. Su gol valió tres puntos y un triunfo que sabe a gloria.

Larcamón, al borde del área técnica, vivió el duelo con intensidad, reclamando y alentando en cada jugada. En contraste, André Jardine lució desconcertado ante la reacción celeste. Cruz Azul fue de menos a más, demostrando carácter y coraje para revertir un partido que parecía escaparse.

El triunfo no solo significó vencer al acérrimo rival, sino también llegar a 23 partidos sin perder como local, superando la marca que pertenecía a Pumas.

La Máquina volvió a soñar y lo hizo en el momento más importante, en el , con un nombre que quedará grabado en la memoria de este duelo: Nacho Rivero.

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