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Guadalajara.— “Ahí viene el Charoláis [raza de toro]”, decía el Chololo Larios, campeón del mundo, cuando veía llegar a Saúl Álvarez al gimnasio “Julián Magdaleno”, cerca del centro de esta ciudad. Su peculiar personalidad, “pecosito, pelo rojo y con físico muy fuerte, llamaba la atención”, recuerda José Chepo Reynoso.
Rigoberto Álvarez, hermano mayor del Canelo, fue quien llevó (a los 13 años de edad) al pequeño pelirrojo al gimnasio de los Reynoso, porque sabía que quedaba “en buenas manos”.
“Cuando llega aquí, tenía 13 años. Un muchachito muy fuerte, pecosito, de pelo rojo. El Chololo Larios le decía el Charoláis porque parecía un torito... Era muy fuerte, pero no cabeceaba ni en los velorios. Siempre adentro, tirando y tirando golpes”, recuerda Chepo Reynoso, en conversación con EL UNIVERSAL Deportes.
Aquel adolescente echado al frente, pero con nula capacidad para esquivar golpes, rápido escuchó los consejos de los Reynoso. Dos años después, el 29 de octubre de 2005 (hace dos décadas), hizo su debut profesional, en Tonalá, Jalisco. Lo hizo con triunfo por nocaut, en el cuarto asalto, frente a Abraham González.
“Ahí fue cuando comenzó nuestro trabajo y, lo que veíamos en él, es que todo lo que le enseñábamos, lo asimilaba y desarrollaba rápido en el sparring. Te das cuenta de que era obediente, fuerte, pega, piensa... Dije ‘debe haber algo bueno en él’”, agregó.
La personalidad de Saúl Álvarez fue la misma desde niño. Aventado, sin miedo. Chepo, sentado junto al ring del “Julián Magdaleno”, enfatiza que al Canelo “nadie le regaló nada. No hay secretos. Todo fue trabajo.”
Hoy, es una leyenda.
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