Durante los conflictos armados, todo lo superfluo queda de lado. La belleza se sacrifica, la ropa se vuelve funcional, el color desaparece y la supervivencia cobra un sentido más relevante. Pero incluso en la guerra más brutal del siglo XX, un pequeño gesto cotidiano que hoy se hace con normalidad tomó fuerza en las mujeres de aquella época: pintarse los labios.

En tiempos en los que tanques alemanes cruzaron las fronteras de varias naciones en Europa, el tuvo su propio frente y contó con sus propias filas totalmente dispuestas y armadas para hacer de la belleza un acto patriótico contra el hoy derrotado Tercer Reich. Aunque los soldados llegaban a invadir sastreados por Hugo Boss, jamás fueron pieza de combate para el "pelotón" dirigido por Elizabeth Arden y Helena Rubinstein.

Mientras los gobiernos del bloque aliado (Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia) racionaron a niveles extremos la carne o la gasolina, los británicos apostaron por no dejar de hacer rojos y se entregaban de la misma forma que se daba harina a las amas de casa. Ya que, cuando se trató de rescatar la moral de un pueblo, los trazos carmín en los labios representaron todo lo que Hitler detestaba del mundo occidental.

En el marco del Lipstick Day, que se celebra cada 29 de julio, en De Última te contaremos sobre la ocasión en la que la belleza estuvo al servicio de la guerra. El tono “Victory Red” fue tan indeleble en su momento que ninguna bomba de los cazas alemanes logró borrarlo; pues al unisono, miles de mujeres durante el Holocausto lanzaron al ejército nazi el “beso de la muerte”. Una historia de cosmética, sí, pero también de coraje, estrategia y memoria. Porque a veces, lo más pequeño es lo que más perdura.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los lipsticks rojos fueron fundamentales en las provisiones de racionamiento. Foto: Pixabay
Durante la Segunda Guerra Mundial, los lipsticks rojos fueron fundamentales en las provisiones de racionamiento. Foto: Pixabay

Antes de los besos y el carmín, un poco de contexto

Si pusiste atención en tus clases de la escuela (y más en las de historia universal) sabes que de septiembre de 1939 a mayo de 1945 en Europa se gestó un conflicto armado llamado la Segunda Guerra Mundial, que enseñó los horrores del antisemitismo extremos, el fascismo en su expresión más bruta y fue la antesala de gran parte de los conflictos culturales y sociales que dominaron el siglo XX.

Dejado eso de lado, el año de 1940 es sumamente crucial para el conflicto, ya que en ese año el ejército de la Alemania nazi llegó con los imponentes trajes diseñados por Hugo Boss a tomar por suyas naciones como: Holanda, Dinamarca, Noruega y la mitad de Francia con París incluido.

La invasión alemana generó que figuras como Gabrielle Chanel se mudara al Hotel Ritz y Cristóbal Balenciaga comenzara a contrabandear telas para seguir diseñando para la élite bávara (si es que podemos llamarla así). Además, los territorios ocupados por Alemania se “adaptaron” a las leyes raciales del Tercer Reich, donde la vida social se volvió más gris y la belleza dejó de florecer por mucho tiempo.

La salida del ejército británico por las playas de Dunkerque preparó el campo perfecto para que la Luftwaffe (aviación alemana) se diera a la tarea de bombardear Londres. Tal como lo viste en cintas como “Peter Pan” o “Narnia”, la capital del imperio inglés fue duramente bombardeada y este es el epicentro de nuestra historia del lipstick rojo.

El lipstick rojo se preparó para entrar en escena durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Pexels
El lipstick rojo se preparó para entrar en escena durante la Segunda Guerra Mundial. Foto: Pexels

Entre bombas y bombshells: la belleza bajo fuego alemán

Para julio de 1940, la sociedad londinense empezó el verano entrando en “La batalla de Inglaterra”, ofensiva de la fuerza aérea alemana que buscaba destruir a la Real Fuerza Aérea Británica (RAF) con el fin de lograr la superioridad aérea necesaria para invadir por tierra Gran Bretaña.

Como lo hemos visto en cintas bélicas, mucha gente salió de Londres para ponerse a salvo. Además, la gente que se quedó tuvo que ver cómo perdían todo y lo poco que se tenía a la mano era racionado de forma permanente, pero para el primer ministro Winston Churchill había algo que no iba a entrar en el racionamiento: el lipstick rojo.

Winston Churchill se negó a racionar los labiales. Foto: Sitio web del gobierno de Reino Unido
Winston Churchill se negó a racionar los labiales. Foto: Sitio web del gobierno de Reino Unido

Con las bombas cayendo a todas horas del día y sin descanso, los hombres peleando en el frente o escondidos en el metro de Londres, Churchill decidió hacer una excepción con el labial rojo al afirmar que su uso “levantaba la moral de la población”, al punto de considerarlo un artículo de “primera necesidad” para la sociedad.

Según el sitio web inglés The Seamstress Post, el gobierno británico enfatizaba que lucir bella era una manera significativa en la que las mujeres podían contribuir al esfuerzo bélico. Mantener un sentido de glamour en la vida cotidiana se presentaba como una forma de conservar la dignidad y mostrar valentía en tiempos de miedo y preocupación.

Mientras que en Alemania las ideas de propaganda creadas por el canciller y ministro de propaganda, Joseph Goebbels, se enfocaron a la pureza de la raza mezclado con el rechazo de occidente, en Londres las apariencias tuvieron que ser sostenidas con todo lo que hubiera a la mano.

De un día a otro, los labiales rojos pasaron a ser tan importantes como los cigarros para los hombres y tan necesarios como la harina, ya que Hitler privó a Alemania y a los territorios ocupados de cosméticos, porque se contaba con un estricto culto a la imagen: donde las mujeres eran bellas, naturales, sencillas, sin maquillaje ni lujos superficiales.

Para 1941 y con Londres en ruinas, la edición británica de la revista Vogue fue clara con su mensaje: “Beauty is your duty” ("La belleza es tu deber"), el cual, por más trivial que pudiera parecer en otro escenario, en momentos de desesperanza un poco de color en los labios fue lo que sacó adelante la moral londinense hasta que al frente en Europa se unieron Elizabeth Arden y Helena Rubinstein.

Y si los nazis contaban con la ayuda de Hugo Ferdinand Boss y los juegos de espionaje de Chanel (sí, eso pasó), los aliados respondieron con propaganda poderosa y labiales en combate.

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Yardley, Tangee, Rubinstein y Arden: Comandantes de belleza en tiempos de crisis

Desde Gran Bretaña, los esfuerzos para seguir haciendo labiales fueron titánicos. Las empresas Yardley y Tangee coincidían en una cosa: “Ningún labial –ni el de nuestra firma ni el de ninguna otra– va a ganar la guerra. Pero simboliza una de las razones por la que estamos peleando… el preciado derecho de las mujeres a lucir femeninas y hermosas, bajo cualquier circunstancia”.

Con la entrada de Estados Unidos en el conflicto armado y las mujeres usando hasta el cansancio de todo para seguir manteniendo la moral (incluso dentro de los territorios ocupados), los racionamientos del gobierno eran cada vez más comunes: la piel para los abrigos se mudó al frente ruso, el nylon para los paracaídas y hasta el cuero se usó para los soldados; pero el lipstick rojo seguía de pie, dando el beso de la resistencia de cara a la guerra… Hasta que llegó Elizabeth Arden.

En 1943 Arden fue contratada por el gobierno estadounidense para crear un tono específico para las mujeres del cuerpo militar femenino al que ella bautizó como “Victory Red”, disponible en barra de labios, esmalte y rubor; el tono combinaba con los ribetes rojos de los uniformes femeninos del ejército.

La empresaria americana sentó la base de la derrota del eje usando cosméticos, mismos que vivían en las bolsas de las mujeres y que viajaron con ellas en el campo de batalla; ya que no se limitó a algo comercial, sino que fue un kit de viaje portátil para todas aquellas que se enlistaron en el ejército.

Por otro lado, Helena Rubinstein puso a la venta un tono muy ad hoc a la situación: “Regimental Red”, mismo que estaba disponible para elevar la moral en tiempos de crisis. El lipstick de Rubinstein se convirtió en uno de los más reconocibles de la época, pero ni con todo el ánimo del mundo se logró que la escasez no golpeara la vida de la sociedad en general, ya que para 1944, según Thelegrap, se tuvo que recurrir al mercado negro si es que se necesitaba acceder a un lipstick rojo.

Además, las naciones aliadas empezaron a ver en las mujeres una fuerza de combate en las ciudades y en los frentes, al punto que se permitió que las mujeres europeas se enrolaran en el ejército.

La actriz Constance Ford fotografiada por Philippe Halsman para la publicidad de Elizabeth Arden. Foto: Irk Magazine
La actriz Constance Ford fotografiada por Philippe Halsman para la publicidad de Elizabeth Arden. Foto: Irk Magazine

1945: El año de la derrota alemana y el beso de la libertad

Con el desembarco de Normandía y la liberación lenta de ciudades como Oslo, París y Ámsterdam, de acuerdo al medio inglés The Telegraph, el ejército americano llegaba a las ciudades con mochilas llenas de medias de seda, chiles, chocolates y… lipsticks rojos.

No importaba si era el “Regimental Red” de Rubinstein, el "Victory Red” de Arden o el “Lips in Uniform” de Tangee; los aliados daban a las mujeres labiales rojos (puede que para algunas el primero en su vida) con la única esperanza de que sintieran el regalo como algo que las podría introducir en una nueva normalidad bastante ajetreada.

Tangee fue de las primeras empresas en demostrar que los lipsticks eran un arma de la belleza. Foto: Cosmetics and skin
Tangee fue de las primeras empresas en demostrar que los lipsticks eran un arma de la belleza. Foto: Cosmetics and skin

El yugo alemán de la mano del nacionalsocialismo no pudo con las tropas aliadas y el cansancio de sus propios soldados; con el avance aliado por dos frentes, para la primavera de 1945, Berlín quedó totalmente rodeado de rusos donde lo único que quedaba del Reich que prohibía el lipstick era el eco antisemita de su dirigente que se suicidió en un búnker de la capital alemana.

Luego de los ataques aéreos en Londres y con la moral de un pueblo quebrada, el lipstick rojo resistió el asedio alemán como un combatiente más: sobrevivió donde el tabaco y la peletería no. Pues aunque su presentación es pequeña, una simple barra de labios color carmín le ganó la batalla a una maquinaria entera dedicada al horror.

No importó que Hugo Boss vistiera a las tropas más violentas que la sociedad conoció, de lado quedó el que BMW estuviera al servicio de la fuerza aérea alemana o que Mercedes-Benz los dotara de unidades móviles en el campo; los alemanes subestimaron el tamaño de un lipstick, una barra de labios color carmín le ganó la batalla a una maquinaria bélica en pleno siglo XX.

Las imágenes de la época hablan por sí solas: ilustraciones de propaganda que mostraban mujeres fuertes, decididas, con el rojo como emblema. Incluso en los momentos más oscuros, hubo lugar para el color, para el ritual, para ese gesto que tantas veces se ha confundido con superficialidad, pero que entonces fue todo lo contrario: un símbolo de luz en plena tormenta.

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