En el libro "Elementos de cronología: extractados de varios autores" para uso de los alumnos que concurren a los establecimientos de instrucción secundaria de Aguascalientes, de Carlos María López, publicado en 1883, la niña Mercedes Vásquez Moreno se dibujó a sí misma (o tal vez la dibujó su amiga Adelaida Jiménez); si fue ella o su amiga, lo que se plasma en ese volumen es la marca de propiedad, es decir, dos niñas lectoras y una amistad. Tras una investigación se sabe que Mercedes se convirtió en profesora del Instituto para niñas de Aguascalientes.
En otro libro, este de 1682, "Ejercicio práctico de la voluntad de Dios", y compendio de la mortificación, impreso en la Ciudad de México por la viuda de Bernardo Calderón, al menos dos lectoras mujeres, Ma. Getrudis de la Asunción y Petra de los Dolores la Bañuelos, pusieron su nombre de puño y letras marcando su propiedad en distintas páginas, es otro ejemplo de lo que para la doctora en Historia del Arte por la UNAM, Marina Garone, y para la doctora en Filología española, Elizabeth Treviño, demuestran que las letras han pasado de mano en mano entre las mujeres y que había mujeres lectoras, escritoras, impresoras y en las demás actividades relacionadas con los libros, pero en muchos casos siguen ocultas o invisibilizadas.
"El Compendio de la sagrada pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo" sacado de la Mística Ciudad de Dios y Historia divina de Nuestra Señora, que escribió la monja María de Jesús de Ágreda, impreso en México por Francisco de Rivera Calderón en 1717, es otro ejemplo de la presencia destacada que han tenido las mujeres en los libros y para los libros, y recuperar y visibilizar su labor es uno de los ejes centrales del Seminario Mujeres y Estudios del Libro (SEMEL) del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, que el pasado 7 de noviembre fue creado y comenzó sus trabajos en febrero como un proyecto académico que investiga el papel de las mujeres en el ámbito del libro en México y en otros países; la finalidad es visibilizar, estudiar e incluir a las mujeres en los estudios del libro y la edición, afirman las coordinadoras e impulsoras del Seminario.
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“Más que recatalogar, en algunos casos hay que corregir las fichas catalográficas de los libros en los que han tenido participación las mujeres”, afirma Marina Garone y agrega que los nombres, apellidos e identidad de las mujeres que han colaborado a lo largo de la historia del libro, deben estar por derecho propio en los listados de autoridad, “hay muchas cosas que se pueden hacer para acometer una tarea que se llama despatriarcalizar los archivos”.
La investigadora titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, donde también fundó en 2012 y coordina el Seminario Interdisciplinario de Bibliología, cuenta que con Elizabeth Treviño coincidieron en plantear un seminario que tuviera como eje revisar y visitar el papel de la mujer en el mundo del libro y la edición, pero también en el mundo de la biblioteca. “Una cosa que nosotros detectamos es que para que una persona acceda a un libro, el eje es el catálogo y ese catálogo tiene descriptores que muchas veces no hacen justicia al rol concreto que las mujeres están teniendo en el acervo y entonces, en los hechos la forma de registro termina si no ocultando, al menos si opacando y disminuyendo la participación de las mujeres”.
Este Seminario que ya tiene planeadas dos exposiciones sobre mujeres y libros, en octubre tendrá en el Tecnológico de Monterrey Mujeres de tinta y papel en la Biblioteca Cervantina y otra con la Universidad Autónoma de Nuevo León, en el marco de la Feria del libro UANLeer 2025, así como el primer coloquio “Presencias femeninas en la Biblioteca y Hemeroteca Nacionales de México”, para noviembre en la Casa Universitaria del Libro de la UNAM; un libro con los textos del coloquio, y conferencias bimestrales para visibilizar y registrar los nombres de mujeres que han tenido participación en los libros desde hace varios siglos, en las fichas catalográficas de archivos de bibliotecas y hemerotecas, empezando por la Biblioteca y la Hemeroteca Nacional de México.
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Elizabeth Treviño asegura que no es una tarea fácil sobre todo si miran desde épocas pasadas. “Los registros con los que contamos a veces son escasos, estamos hablando de cómo se vinculaban las mujeres con el libro, no tenemos muchos datos, entonces tenemos que ‘cazarlas’, buscarlas por donde podamos, hallando pistas y señales que nos hayan dejado en los libros mismos, a lo mejor también en testimonios, pueden ser hasta correspondencia, cartas que hagan referencia o alusión a sus lecturas y una parte fundamental es partir de hacerse preguntas básicamente, y cuestionarnos lo que sabemos o lo que se ha dicho”.
Incluso, asegura Treviño, enfrentar ciertos mitos sobre lo que se cree que sucedía. “Por ejemplo, no solo pensar en las escritoras, sino cómo se vincula la mujer con los libros, eso casi siempre nos remite a la figura de Sor Juana y a escritoras notables, que tampoco son muchas en los siglos pasados, y menos en el contexto mexicano. Y uno de mis objetivos y del SEMEL es pensar en las otras figuras femeninas, en la presencia femenina en otras áreas de la producción del libro, del consumo y de la circulación del libro, como libreras, ilustradoras, mecenas, que también las hay, y que ocuparon un lugar importantísimo en la transmisión del conocimiento y en la generación de estos libros como objetos culturales”.
De allí que uno de los primeros frutos es la miniexposición digital por el 8M titulada Encuentro de las mujeres que están en los libros de la Biblioteca Nacional, una serie de seis piezas en las que se da cuenta de la presencia de mujeres lectoras, autoras e impresoras en libros donde plasmaron su marca de pertenencia, sea a través de sus nombres o de sus exlibris o dibujos, como el que dejó la niña Mercedes Vásquez Moreno, de Aguascalientes, en su libro de texto de 1883.
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Ahí también destacan un manuscrito del siglo XVIII que rescata una lengua muerta, encontrado y rescatado recientemente por el investigador Tesiu Rosas, un documento que ha sido reconocido hace poco tiempo como Memoria del Mundo de la UNESCO. Dicen Marina y Elizabeth que este confesionario principalmente dirigido a los hombres es muy importante porque en el apartado correspondiente al “Método de confesar” del manuscrito se revela una atención particular a la mujer, visibilizándola, pues se le pregunta puntualmente a ella: “Cuándo te has juntado con tu marido, o con algún hombre...” Planteamiento que sugiere el reconocimiento del campo de acción de la mujer, lo que hoy, a la luz de la historiografía contemporánea se pudiera considerar “agencia femenina”.
Uno de los temas que ha trabajado Garone tiene que ver con impresoras cuyos impresos están en la Biblioteca Lafragua, en Puebla, varios de los casos son materiales hechos por viudas de impresores donde la denominación habitual era “Viuda de...”, por ejemplo, Viuda de Miguel de Ortega, pero a veces se ponía Miguel de Ortega y se omitía el “Viuda de...”. “No es una cosa tan habitual, pero sí pasaba que había un problema de asignación o falta de asignación, afortunadamente de 2008 para acá hemos recuperado con nombre y apellido a muchísimas impresoras novohispanas. Ahora ya sabemos que la Viuda de Miguel de Ortega es Manuela Cerezo. No hay duda, ya lo sabemos, tenemos sus testamentos. Así como de ella, de varias más hemos podido con el tiempo recobrar literalmente sus datos”.
Marina Garone asegura que lo que van a hacer con el Seminario es robustecer la constelación de entradas catalográficas “para que no tengamos que hacer un triple mortal para llegar a una mujer”. Y esa visibilización persiste hasta hoy, porque más allá de la autora, la traductora, la editora y a veces la diseñadora, nada se sabe de las correctoras de estilo, de las formadoras, de las encuadernadoras que son las más invisibilizadas.
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Otro acto de reconocimiento será la exposición que el Franz Mayer inaugurará el 15 de marzo, Ellas diseñan, curada por Rocío Mireles y Teresa Peyret.