Para llegar a la zona arqueológica de Río Bec, Campeche, formada por 74 conjuntos monumentales en un área de 32 km2, se tiene que pasar por una comunidad de descendientes de apenas 700 habitantes llamada 20 de Noviembre.

Este poblado resguarda uno de los tesoros más impresionantes del pasado maya, el cual no ha sido comprendido del todo por los especialistas de distintos países que, desde finales del siglo XIX, han descrito el lugar en investigaciones y que han registrado en algunos recorridos por la zona. Sin embargo, este monumental sitio aún encierra una cantidad amplia de misterios que siguen sin salir a la luz.

El acceso a este complejo arqueológico no es sencillo, ya que, del aeropuerto de Chetumal, Quintana Roo, se tienen que viajar más de 120 kilómetros en carretera para llegar al poblado 20 de noviembre, a unos 30 kilómetros del poblado Xpujil. Después se debe viajar casi 20 kilómetros entre lo profundo de la selva maya, en un camino de terracería y con un vehículo apto para ese terreno.

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Fue de 2002 a 2010 que el arqueólogo francés Dominique Michelet, en colaboración con la arqueóloga Marie-Charlotte Arnauld, ambos investigadores del Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia (CNRS), llevaron a cabo la misión arqueológica Río Bec I, financiada y apoyada por el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA), institución francesa que depende del CNRS.

Vista aérea del complejo monumental B, uno de los más representativos de la zona arqueológica Río Bec. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL
Vista aérea del complejo monumental B, uno de los más representativos de la zona arqueológica Río Bec. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL

De acuerdo con los resultados de esa primera misión publicados por ambos arqueólogos en la revista Arqueología Mexicana hace 10 años, Río Bec y gran parte de los asentamientos localizados en los alrededores se apartan del modelo de sitio del Clásico maya. Es, para los especialistas, una posible excepción en formas de vida, economía, sociedad e incluso arquitectura del pasado maya.

Las conclusiones del proyecto Río Bec I sostienen que esta Zona Arqueológica no tuvo un centro principal ceremonial, sino que contó con numerosos grupos con edificios monumentales, resaltados por sus peculiaridades arquitectónicas y decorativas en sus muros. Sugiere, por tanto, que el territorio estaba controlado por múltiples casas nobles dedicadas a trabajar la tierra y no por un gobernante.

Los edificios destacan por sus decoraciones. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL
Los edificios destacan por sus decoraciones. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL

“Supusimos que en la región Río Bec había imperado una organización sociopolítica distinta de la que se encuentra en casi todo el resto del mundo maya en el Clásico, Río Bec pudo ser dominado por varias casas nobles de las cuales ninguna habría logrado —o buscado— imponerse a las demás. Los datos recabados hasta la fecha tienden a confirmar esta hipótesis”, explicó Michelet en sus conclusiones de esa primera investigación.

Algunos complejos fueron restaurados desde 2002. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL
Algunos complejos fueron restaurados desde 2002. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL

Antes de los estudios de Dominique Michelet en esta zona diferentes investigaciones de principios del siglo XX apuntaron que el apogeo de esta variante de habitantes mayas tuvo su apogeo durante los años 500 a 950 después de Cristo. Estudios previos subrayaron el particular estilo arquitectónico, el cual fue denomino como Estilo Río Bec y fue encontrado en otras zonas mayas de Campeche, Yucatán, Quintana Roo y de Guatemala.

Varios sitios arqueológicos comparten el Estilo Río Bec, como Xpujil, Becan, Chicanná, Balamkú, Nadzca’an y Hormiguero, entre otras ciudades menos conocidas que hoy permanecen ocultas en la selva.

Viaje al pasado

EL UNIVERSAL recorrió una parte de la Zona Arqueológica de Río Bec en compañía de la arqueóloga francesa del CEMCA Eva Lemmonier, quien encabeza, junto con 7 especialistas más, el proyecto Río Bec II, que, igual que su primera parte, es apoyado por el CEMCA y el CNRS, en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Al llegar a la zona histórica principal de Río Bec, en donde se encuentran los conjuntos monumentales A, B y D (que fueron los visitados por este diario), destaca la nula interacción de los humanos con el entorno y las altas estructuras que persisten a pesar del tiempo.

“Michelet y Charlotte Arnauld se enfocaron en analizar este particular estilo arquitectónico, se sabía muy poco de esta sociedad, por lo que ellos comenzaron a estudiar la función de estos edificios, sin embargo, tuvieron que excavar mucho porque la selva y la maleza ya habían cubierto una gran parte de los complejos, fue un trabajo muy tardado que se prolongó por años”, explica Eva Lemmonier.

El complejo monumental D, uno de los más altos de la zona, deja ver la riqueza en los acabados de las residencias, que eran habitadas por familias agrarias. Foto: Diego Prado / EL UNVERSAL
El complejo monumental D, uno de los más altos de la zona, deja ver la riqueza en los acabados de las residencias, que eran habitadas por familias agrarias. Foto: Diego Prado / EL UNVERSAL

La zona, en la que la temperatura llega casi a los 40 grados centígrados en primavera y verano, deja ver las hipótesis de Michelet y Arnauld, en la que cada uno de los conjuntos monumentales se componen por un templo principal, acompañado de pequeñas habitaciones, cocinas y un patio, donde se cree que había encuentros locales para intercambiar alimentos.

“En estos tres grupos en particular, se registró que tuvieron una función residencial, creemos que no tuvieron funciones públicas o políticas, no son templos, sino palacios con algunos rasgos de ritual, creemos que cada grupo fue habitado por mucha gente, por varias familias”, explica Lemmonier sobre los tres complejos A, B y D.

Otra evidencia que sostiene la hipótesis de que en la región no había gobernantes, es el estudio de íconos esculpidos en algunas estelas, en los que se interpreta la ausencia de realezas sagradas. “Cada complejo, sea monumental o humilde en algunos casos, se constituyó por parcelas y acondicionamientos agrícolas, es decir, trabajan la tierra de la zona”, puntualiza la arqueóloga.

En la imagen, dos habitaciones traseras, se cree que servían como cuartos de descanso. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL
En la imagen, dos habitaciones traseras, se cree que servían como cuartos de descanso. Foto: Diego Prado / EL UNIVERSAL

Lemmonier señala que es posible que, en el principio de estas civilizaciones, tal vez anterior a 550, se contara con un gobernante, pero después de ese año la división social cambió de forma tan representativa que incluso se dejó ver en la arquitectura de la ciudad. “Lo que queda por demostrar es la hipotética desaparición (de los gobernantes), en el momento en que surgió el ‘fenómeno’ Río Bec, que constituye esta formación de grupos agrarios autónomos, esa es la problemática que intentará resolver el proyecto Río Bec II y que estamos trabajando”, señala.

Lemmonier explica que el declive de esta civilización puede entrar en el colapso del imperio maya del periodo Clásico, entre el 800 y 900, por lo que el abandono de estos conjuntos sigue siendo un misterio para la arqueología.

Sobre el proyecto Río Bec II,la especialista señala que se estudia actualmente las formas alternas del uso de la tierra y los gobiernos con base en excavaciones en diferentes puntos de toda la zona. También tiene como objetivo contribuir al entendimiento del colapso maya y la forma en que civilizaciones del Posclásico, como la tolteca y la mixteca, conformaron su organización política.

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