La Universidad Nacional Rosario Castellanos (UNRC) se encuentra en un punto clave: en su sexto aniversario y está en proceso de extender su cobertura a nivel nacional —se espera haya un campus en cada estado de la República—, todo esto en el marco del centenario de la mujer que le da el nombre, la escritora Rosario Castellanos. Pero, ¿está a la altura?, ¿en qué punto se encuentra la Universidad? Recorridos por sus sedes, conversaciones con miembros de su comunidad y el análisis de especialistas ayudan a formar un panorama sobre esta institución que continúa siendo nueva en su área.

Creada en 2019 por el gobierno de la Ciudad de México, inicialmente como Instituto, con el objetivo de captar a estudiantes que fueron rechazados en grandes universidades públicas como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Rosario Castellanos inició con 6 mil 949 estudiantes de licenciatura. Al primer semestre de 2025 la cifra acumulada es 61 mil 203 estudiantes, de los cuales mil 488 son de posgrado. Personal de administración y estudiantes explican que ante la creciente demanda, ya no es tan sencillo ingresar en el primer intento —el proceso de admisión es a través de un registro y un curso propedeútico.
Los planteles también van en aumento. Ahora que es nacional, se anuncian planteles en Chiapas, Baja California, San Luis Potosí y Estado de México. Este crecimiento va a la par con el incremento de su presupuesto autorizado: comenzó con 46 millones en 2019 y para este año son 500 millones.
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Sin embargo, la Universidad Nacional Rosario Castellanos tiene sus puntos débiles. El principal ha sido la falta de transparencia, asegura Alma Maldonado, investigadora del Cinvestav y especialista en políticas de educación:
“Es un tema bastante hermético y me parece que es lamentable que siendo el proyecto más importante de educación superior del actual gobierno, no tengamos suficientes datos sobre cómo está funcionando, son datos que nos darían cuenta de qué pasa con el proyecto”.
Por ejemplo, la UNRC reporta la cifra acumulada de estudiantes en estos seis años, pero Maldonado señala que es un dato “tramposo” porque “no sabemos cuántos de esos realmente siguen estudiando”.

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La Universidad también señala que han egresado en total 7 mil 547 estudiantes y que en seis años se han registrado 2 mil 150 “bajas definitivas”.
“Dar los datos acumulados sólo engrosa el número, pero sin saber si hubo crecimiento y lo mismo con la deserción. El asunto es que no tenemos por año cuántos se están dando de baja y lo que puede estar pasando es que no se dan de baja, pero no siguen estudiando. No sirve el dato para darnos una idea de si está se están reteniendo a los estudiantes, porque en educación superior el gran tema no sólo es el ingreso, sino también la retención, que es que se queden y egresen”, agrega Maldonado.
Sobre los estudiantes que abandonan sin realizar el trámite oficial, la Universidad dice no contar con ese registro, pero aclara que en esos casos es común que los estudiantes regresen. Erick, un estudiante de Ciencias de datos del plantel Coyoacán, ubicada en Pedregal de Santa Úrsula, dijo que en su experiencia es común el abandono de estudios: “muchos entran y muchos salen”.
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Otra cifra que se requiere sea pública para evaluar a la Universidad, indica Maldonado, es el número de estudiantes titulados. La UNRC indica que en seis años, 244 estudiantes se han titulado.

Los profesores
Otro punto débil son los profesores, no porque no estén preparados, de hecho en su plantilla de mil 302 docentes, 58% tiene posgrado y de ellos hay 44 que son miembros del Sistema Nacional de Investigadores.
Erick se dice satisfecho con sus profesores, entre los que hay investigadores de la UNAM y el IPN; el jefe de carrera a distancia de Humanidades en la sede Gustavo A. Madero, Julio Luna, asegura que es mínimo el número de profesores sólo con licenciatura y que en ese caso, la propia UNRC les facilita el estudio de un posgrado. Sin embargo, los especialistas consideran que la problemática está en la contratación.
Maldonado dice que la creación de la Rosario Castellanos representó, en su momento, una oportunidad laboral para egresados de posgrado, pero que no fue así por no haber plazas para profesores de tiempo completo, sino que la institución continúa con un mal hábito que hay en el campo laboral de la docencia: ser “profesores taxi”, es decir que trabajen en varias escuelas, para juntar un salario decente, pero que eso puede afectar en la calidad, explica Maldonado.
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Alfonso Germán Jiménez, profesor de pedagógicas en la UNAM y quien diseñó planes de estudio para la UNRC, dice que la institución debe procurar a sus profesores para lograr su consolidación:
“El tema laboral es un poco preocupante, bueno, por lo menos fue mi experiencia y la de muchos otros colegas. Nos pagaban por lo que se llama el concepto de sueldos asimilados, ni siquiera por honorarios y era un contrato semestral. (...) No puede mantener una oferta educativa si no hay un profesorado bien pagado, con plaza”.

En la Universidad explican que para quienes estudian a distancia hay acompañamiento de un tutor, no así para los que estudian de forma presencial, no al menos fuera del horario de clase. La UNRC indicó que la asignación docente corresponde a la oferta de ingreso de estudiantes y que “son contratados a través de la nómina educativa, en la cual se cuenta con prestaciones de Ley”.
Las instalaciones
En un recorrido por las sedes de Gustavo A. Madero, Casco de Santo Tomás y Coyoacán se constató que la Universidad, que lleva el nombre de la escritora Rosario Castellanos, no tiene bibliotecas, aunque hay un convenio para que sus estudiantes usen las bibliotecas del IPN y una biblioteca digital; tienen planes de construir una para el futuro.
Entre estas tres sedes se nota una marcada desigualdad. Por ejemplo, en Casco de Santo Tomás, donde las instalaciones son más nuevas, hay una sala exclusiva para atención psicológica, señalización en braille, líneas podotáctiles y proyectores en cada aula. Esto contrasta con la sede de Gustavo A. Madero, una de las sedes más grandes, donde no hay esas adaptaciones para personas invidentes, no hay luz en el baño, la sala de usos múltiples se usa como oficina para profesores a distancia y jefes de carrera; en Santo Tomás sí había una sala exclusiva para los maestros, aunque estas dos sedes sí cuentan con elevadores para personas discapacitadas. En Coyoacán, donde se negó el acceso, el policía de la entrada explicó que no hay sala de cómputo, mientras que en la Gustavo A. Madero sí, pero su uso sólo es para las clases asignadas y no para las tareas, explicaron profesores.
Pero la UNRC dice que “se desconoce de donde proviene dicha información” y afirma que hay proyectores y salas de cómputo en todas sus sedes.