En los años de la , el director, dramaturgo y traductor Antonio Vega salía a Central Park con un títere inspirado en la apariencia del músico de jazz Jean Django Reinhardt. “Yo ya tenía ese títere con el que me iba a Central Park a tocar por el gusto de hacerlo y no por dinero. Alguna vez pensé que ese títere se merecía su propia obra”, cuenta Vega, quien es autor y director de Django con la soga al cuello, una coproducción de Por Piedad Teatro, SACPC y Teatro UNAM.

“Tenía muchas ganas de hacer una obra que hablara sobre la y los problemas de salud mental. Pero me interesaba muchísimo que no fuera una obra depresiva en sí misma. Quería hablar sobre la depresión, pero quería que la obra fuera luminosa, que diera esperanza a la gente y que fuera divertida. Ese fue el punto de partida”.

El tiempo del confinamiento no fue sencillo, continúa, porque los artistas no eran considerados como trabajadores esenciales. El primer resultado de esta obra con títeres fue una pequeña película artesanal. Para lograrlo, la compañía neoyorquina PlayCo les comisionó la obra a sus creadores, la actriz, productora y directora, Ana Graham, y el ya citado Vega. Después, tomó forma una versión digital en inglés, Django in Pain con el apoyo de 59E59 Theaters/The Elysabeth Kleinhans Foundation.

Lee también

La parte más reciente del trayecto, la versión teatral en español y en vivo de Django... se alcanzó con Teatro UNAM; después de que la obra se presentara en Nueva York, la Ciudad de México y festivales más allá de las fronteras nacionales.

Antes, cuenta Vega, Teatro UNAM ayudó a hacer la versión digital en español, la cual estuvo en la plataforma de la UNAM.

“Es una obra sobre tocar fondo, sobre la redención, sobre salir adelante y buscar ayuda. Entonces, es una obra con un argumento sencillo, pero poderoso. En el espectador ha quedado la idea de que no hay vergüenza en pedir ayuda. A veces un encuentro fortuito, un encuentro que aparentemente es negativo, se vuelve salvador”.

Lee también

La premisa, cuenta, es la de un hombre tratando de quitarse la vida en el bosque, con una soga en el cuello. Pero antes de hacerlo llega un perrito perdido que le orina el pantalón. “Ese podría ser el colmo de la mala suerte, pero el perro le salva la vida porque nuestro personaje es un poco un catrín que pospone su suicidio porque no quiere morir con la ropa sucia. En el siguiente intento, el perro le pide comida y hace que Django, salga de sí mismo y de su obsesión consigo mismo y se empiece a preocupar por lo que sucede afuera”.

Una pantalla de seis metros por tres, como en el cine, le muestra, además, la obra simultáneamente al público. “El espectador podría imaginarse que está en el cine y sólo ver la pantalla. O decidir si la ve o se concentra en la obra en vivo con los actores moviéndose y las luces de un lado para otro, así como los efectos sonoros que también se hacen en vivo. Dos músicos tocan seis instrumentos”. Los sonidos en vivo de la película / obra son hechos por María Kemp, tal como en el cine antiguo (pasos en la hierba, un relámpago, un tren). “Una capa más en cómo se disfruta Django”.

La obra se puede ver en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del CCU, los jueves y viernes, a las 20 horas; sábados, a las 19 horas y domingos, a las 18 horas, hasta el 27 de abril.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios