Carlos Villasana, investigador iconográfico y coleccionista, invita a viajar en el tiempo por toda la Ciudad de México a través de su nuevo libro: La ciudad que ya no existe 2 (Planeta, 2025).
El libro está conformado por 80 fotografías de lugares, algunos irreconocibles y otros que aún son familiares, pero transformados. Por ejemplo, hay una fotografía de los años 70 que muestra a mecanógrafas trabajando en el Centro SCOP, edificio que fue demolido entre 2023 y 2024. O una fotografía de los años 20 que muestra al Canal de la Viga, apenas 37 años de ser intubado, aún lleno de vida, agua y personas en canoa. Se trata de una imagen que de repente se puede confundir con Xochimilco y que da sentido a la expresión que se dice cada que la ciudad se inunda “los ríos y canales de la ciudad tienen memoria”. Hay otras que conectan con el chilango contemporáneo, en una ciudad repleta de motos de repartidores de comida, con el retrato de un repartidor de “mantequilla, queso, crema y huevo” que daba su servicio en la década de los 50. “Uno cree que esto tuvo auge tras la pandemia, pero se viene haciendo desde mucho antes”, comenta Villasana. Otra imagen que resuena con la ciudad de hoy es una del Metro, aunque despierta un poco de incredulidad, pues se puede ver que los asientos eran acojinados y en el libro se señala que no había tubos en la parte superior porque “se buscaba que nadie viajara de pie”, una escena irreconocible en el cada día más abarrotado sistema de transporte público.
Las fotos son apenas una pequeña muestra de la vasta colección gráfica —compuesta por miles de imágenes también encontradas en la prensa, folletos, postales y más— que Villasana ha rescatado de tianguis durante 30 años, aunque confiesa que es una vocación que tiene desde niño. La selección fue un trabajo en equipo, el investigador reconoce que a él le gustan todas las imágenes de su colección, por lo que necesitaba de un ojo externo para hacer la curaduría, que en este caso fue realizada por Frida Sánchez, quien conoce muy bien la ciudad, pues es reportera de la sección Metrópoli de EL UNIVERSAL, casa editorial donde Villasana colabora en la sección “Mochilazo en el tiempo”. Otra integrante del equipo es la historiadora Isabel Revuelta Poo, quien escribió los comentarios que acompañan las fotografías.
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El libro se hojea como si se trata de un álbum de fotografías familiares, ese era el efecto que quería causar Villasana en el lector:
“Sin ser fotos de tu familia, conectas de alguna manera porque son espacios que forman parte de tu entorno, de la memoria urbana”.
Otro objetivo del coleccionista es mostrar el valor estético que tienen estas fotografías, cuyos autores no son los fotógrafos de gran renombre, sino personas que se detuvieron un momento para hacer capturar un instante de la capital. Esa misma espontaneidad y accesibilidad quería que fuera parte de la identidad de este libro:
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“La fotografía a la que estamos acostumbrados muchas veces es de archivo, pero aquí hay fotos que son espontáneas, miradas callejeras y retratos que no estaban destinados a salir del álbum familiar. ¿Por qué no hacer un libro cercano a la gente? No el típico así grandote, el coffee table book, sino uno que se pueda llevar la gente, que sea manejable, de buen tamaño, a buen precio”, explica Villasana.
El libro es un homenaje a cómo todo en la Ciudad de México ha cambiado, pero a la vez no; un recordatorio de los lugares que ya no están, pero que aún se pueden recordar con memoriales, como lo es el hotel Regis que tras el terremoto de 1985 se transformó en la Plaza de la Solidaridad —espacios que Villasana recomienda no pasar por alto y dejar en el olvido. “Cada minuto cambia la ciudad”, concluye.