Las sirvientas y hermanas, Claire y Solange, conspiran desde el sótano. En lo alto, la Madame se sienta en una torre junto al escenario y las observa. Ellas quieren matarla y en la tensión de su deseo se cifran dos ideas extraídas de la obra para la adaptación que la actriz Emma Dib y la directora Lydia Margules hicieron de Las criadas, de Jean Genet: primero está el hecho de que las clases sociales atraviesan absolutamente todo, dice, en entrevista, Margules. En segundo lugar, la guerra es provocada por el reajuste de la economía global: “Hay una clase que domina y es económicamente pudiente; los empresarios armamentistas, para no ir más lejos. El resto de la humanidad está a expensas de esas lógicas económicas. Toda la obra se construye a partir de estos ejes que, de una u otra forma, se encuentran en el texto de Genet”, continúa la directora de la obra.
A partir de dichos ejes, que bien podrían ser leyes universales, fue generado el concepto de la puesta en escena: Claire y Solange, por ejemplo, visten como soldados rasos, mientras que la Madame tiene el atuendo de un empresario. El dispositivo escénico alude a una especie de búnker antibombas y “una idea de encierro un poco sartreano. Finalmente había ahí una relación estrecha entre Sartre y Genet; está el famoso ensayo, San Genet, comediante y mártir, de Sartre; está el planteamiento del encierro provocado por una guerra infinita —por eso la obra se llama también Una guerra infinita—, donde la violencia exterior se permea hacia el interior y provoca la pérdida de la identidad, la violencia entre las hermanas y el deseo de matar a Madame. Es la violencia provocada por la verticalidad de las clases y la imposibilidad de salir de la propia condición”.
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El búnker, en sus palabras, plantea la verticalidad y la frialdad del metal, y se inspira, a nivel estético, en el cuadro de Francis Bacon 1946, en el que hay una especie de circo al frente y un monstruo descarnado detrás, uno de esos monstruos baconianos”.
El clásico de Genet se inserta en el presente y se empalma, dice Margules, con la alienación capitalista-patriarcal: los vestuarios de las tres actrices —Muriel Ricard, Teresa Rábago y Esther Orozco— son masculinos y enuncian el origen del problema: la verticalidad que establece el capitalismo patriarcal y el régimen de la economía de guerra, reitera Margules. La vestuarista española Helena Sanchís Mira hizo una investigación exhaustiva para recrear ropas de soldados de la Primera Guerre Mundial, el guante que ellas llevan es negro y da la sensación de ser militar, “pero en realidad es un guante de cocina”.
“Se supone que la Segunda Guerra Mundial terminó en 1945, pero lo que planteamos finalmente es que la guerra continúa. Lo que sucede después de 1945 son una serie de ajustes económicos: Corea, Vietnam, África, Argel, las guerras latinoamericanas contra las dictaduras o para imponer dictaduras”, concluye. Las criadas. Una guerra infinita puede verse en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario (Insurgentes Sur, 3000), de miércoles a sábados, a las 19:00, y domingos, a las 18:00, hasta el 11 de mayo; del 27 al 31 de marzo; del 24 al 28 de abril y el 1, 5, y 10 de mayo no hay funciones.