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El último titiritero de teatro de sombras de Damasco
casi pierde todo su equipo en la guerra y sobrevive como refugiado en Líbano , pero ahora cree que la antigua forma de arte siria podría sobrevivir después de que Naciones Unidas dijo que necesitaba ser salvada.
El teatro de sombras tradicional
fue históricamente una marca registrada de la vida de los cafés en Damasco, mientras los contadores de cuentos usaban títeres de piel teñida de animales para entretener a las audiencias con relatos fantásticos, sátiras, canciones y poemas.

Foto: LOUAI BESHARA / AFP
La UNESCO
, la agencia cultural de Naciones Unidas, agregó la semana pasada el arte de los títeres de sombras a su lista de patrimonio intangible que necesita ser urgentemente salvado, señalando su largo declive por las formas modernas del entretenimiento y el desplazamiento provocado por la guerra.
"Hasta hace tres o cinco días, era un arte que no alcanzaba para el pan. Ahora estamos pensando en comprar pan y en comer pan (...) espero que sea para mejor", dijo Shadi al-Hallaq, el último titiritero.
Cuando comenzó con este arte hacia el final de su adolescencia en 1993, los títeres de sombras tradicionales ya estaban olvidados y su familia se preocupaba de que no podría ganarse la vida si se dedicaba a eso.
Pero el titiritero revivió el arte con viejos relatos y libros de Historia y fabricó él mismo los títeres
. Están hechos con piel de camello, vaca y burro y cada personaje representa una característica social particular.
En una reciente actuación, Hallaq usó una pantalla traslúcida pintada para que pareciera un callejón de la Ciudad Vieja de Damasco, para contar una historia sobre comerciantes inescrupulosos usando dos personajes principales tradicionales: el ingenuo Karakoz y el astuto y artero Aywaz.
Estos dos títeres, controlados con varillas y presionados contra la parte posterior de la pantalla con una luz detrás para que sus sombras se proyecten en ella, son los únicos que le quedaron.
Al principio de la guerra, Hallaq perdió su teatro móvil y otros 23 personajes hechos a mano en el este de Guta, justo afuera de Damasco, mientras estallaba el conflicto.

Foto: LOUAI BESHARA / AFP
Hallaq huyó de los combates, cruzando la frontera hacia Líbano, donde trabajó durante dos años como obrero. Mientras estaba allí, alguna vez actuó para niños sirios de una escuela y fue durante uno de esos shows que funcionarios de la UNESCO lo vieron por primera vez.
De vuelta en Damasco, en unos seis meses comenzará a enseñar a un grupo de potenciales titiriteros para asegurarse de que el arte sobreviva, dijo Rasha Barhoum, un funcionario de cultura de Siria.
"Puedo imaginarme cuán feliz va a estar la gente al ver que este arte sobrevive y no desaparece porque es parte de nuestra herencia y de nuestra cultura", concluyó Hallaq.
akc