“Es un año muy prolífico”, afirma Magali Lara (Ciudad de México, 1956), artista plástica que acaba de recibir la Medalla Bellas Artes en Artes Plásticas 2024. La creadora viene de exponer en Oaxaca y Argentina, y actualmente participa en la Bienal de Femsa. Además prepara su próxima exposición para enero, en la galería RGR.
El galardón lo recibió la artista junto a sus colegas Carlos Aguirre, Jan Hendrix, Yolanda Andrade y Lourdes Almeida, hecho que para Lara representa la reivindicación de una generación de creadores que había sido olvidada.
Lara estudió en la Antigua Academia de San Carlos, donde inició lo que se convertiría en una trayectoria artística de más de cuatro décadas, en la que no sólo ha tenido la faceta de artista, sino también de gestora y maestra. Su obra trata temas como el cuerpo, la identidad, lo femenino y la otredad, que ha trabajado en técnicas como la animación, el dibujo, la escritura, la cerámica, el libro de artista, la pintura y el textil. Ha expuesto en el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Carrillo Gil, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, el Museo Amparo (Puebla), en el Centro de Artes Visuales de Austin (Texas) y el Museo de Brooklyn (NY), por mencionar algunos.
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Sobre su trabajo actual, Lara señala que la experimentación y el trabajo en equipo la han estado dirigiendo, curiosamente, de regreso a lo que hacía en los 70 y 80, “un poco más cercanos a una cuestión literaria, que empecé trabajando con poetas norteamericanas y ocupando materiales no necesariamente clásicos”.
En entrevista reflexiona sobre el panorama actual del arte en México, el progreso de la libertad de las mujeres para expresarse y su lectura sobre las implicaciones de tener por primera vez a una mujer como presidenta de México.
¿Qué significa para usted recibir la Medalla Bellas Artes?
Es un reconocimiento a una trayectoria de cierta independencia, que en los 70 y 80 buscó darle voz a la experiencia femenina y a la idea de diálogo y colectividad. Es muy importante que estuvieran Carlos Aguirre y Jan Hendrix, amigos y gente que en esos años también estuvieron haciendo un trabajo que tenía que ver con procesos, investigación, que no sólo era construir un estilo sino hacer un proyecto. Es muy grato compartirlo con ellos y las fotógrafas Yolanda Andrade y Lourdes Almeida, por la reivindicación de una generación que ha sido un poco olvidada y que es importante para entender al mundo contemporáneo.
¿Por qué cree que esta generación había sido olvidada?
Creo que tiene que ver con un paradigma de los 90, con un discurso más internacional. Cambió la figura del artista, estaba más pensada en funcionar en las bienales y el mundo, y no en la sociedad mexicana con nuestros propios paradigmas y contradicciones. Pienso en mi generación, que tuvo discrepancias fuertes sobre lo que era el arte y los procesos, lo que pasa es que esto vino acompañado con esta idea de que la pintura y la técnica ya eran irrelevantes, entonces el trabajo que hacíamos empezó a desaparecer de las instituciones y los discursos curatoriales. Esto se ha prolongado por una serie de prejuicios. Ahora es el tiempo perfecto, con la reaparición de la pintura y la técnica, de repensar si realmente el trabajo conceptual tiene materia o no y repensar el por qué estar peleados, cuando sabemos que hay una enorme diversidad de artistas con perfiles y que esa, justamente, es la riqueza del arte mexicano ahora.
¿De estudiante en San Carlos imaginó ganar esta Medalla?
Para nada —dice entre risas—, los premios estaban muy lejos de nosotras. De hecho, en esta premiación, si ves, hay una perspectiva de género. Me parece que eso es importante. No es que no haya habido mujeres artistas, sino que en general no había reconocimientos a ellas. Las dificultades para poder lograr una trayectoria consistente tenía que ver con eso y circunstancias familiares. En mi generación, donde incluiría a Mónica Mayer, Carla Rippey, Yolanda Andrade y Lourdes Almeida, fuimos una generación que empezó a tener una agencia bastante clara sobre quiénes éramos y cuál era nuestro trabajo. Mucho de esto fue por este pensamiento de los 70 en los que los propios artistas tenían que gestionar su propia carrera, no trabajamos en galería, sino de forma colectiva y con independencia económica de las instituciones, que esto aparece en los 90 y cambia el perfil de los artistas más jóvenes.
Lo digo con mucho orgullo: todas nosotras sí sabíamos lo que estábamos haciendo. Sabíamos que hacíamos un trabajo importante y que si la institución no lo incluía, la institución era la que tenía que cambiar y por fortuna ha pasado.
Con respecto a ahora, es cierto que los que estamos cerca de los 70 años ya no son los 70 años de antes. Para mí hay una necesidad de mostrar las diferentes épocas de mi trabajo, no sólo lo que hice de joven, sino también lo de ahora. Creo que eso es riesgoso para las artistas, porque tienden a recuperar el pasado y no el presente.
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Como maestra, ¿qué le llama la atención de las nuevas generaciones?
Creo que están apareciendo voces distintas y nuevas formas de organizar el trabajo, muchas vinculadas con situaciones sociales urgentes, pero también la de los pueblos originarios, que cada vez tienen más fuerza. Toda la idea de género, de cuidados, de la vida cotidiana, la violencia, el cambio climático están presentes. No es de sorprender, ya que estamos en un momento de crisis bastante serio.
Anteriormente ha dicho que la técnica de dibujo y pintura está relacionada con el tema de la corporalidad. En con traste, ¿qué opinión le merece la Inteligencia Artificial?
Me es lejana, en mi casa no es una preocupación. Más me preocupa el cambio climático y cómo nos relacionamos con nuestro entorno, pensado que el hombre es el centro, me parece que es más interesante deconstruir eso.
En el Museo de Arte Moderno está su obra Ventanas, que en su momento fue muy polémica por abordar temas como la masturbación femenina. ¿Como artista, hoy percibe más apertura para hablar de estos temas?
Ha cambiado. En mi generación era más sutil, pero ahora estos grupos de chicas ilustradoras y que hacen fanzine tienen una enorme capacidad de investigación. La libertad sobre estos temas tabús, ginecológicos y de la sexualidad femenina ha cambiado muchísimo, pero nunca es suficiente. Pienso que cada generación plantea problemas distintos, pero de los 70 para acá, las mujeres jóvenes tienen una mayor libertad de la que nosotras tuvimos. También hay un vocabulario para hablar de estos temas, antes nos la ingeniábamos como podíamos.
¿Usted hoy en día siente más libertad para expresarse o nunca fue un problema?
Por fortuna en mi trabajo siempre me he sentido libre. No sé si podía decir todo lo que quería decir porque no sé si tenía el vocabulario adecuado, que eso es un problema de ser artista. Tuve la suerte e inconsciencia de siempre hacer lo que se me daba la gana, a veces me iba bien, a veces mal. La libertad que tengo ahora tiene que ver más con la experiencia y con la idea de conocerme más a mí misma.
El país tendrá a su primera presidenta. ¿Cree que se le evaluará con la lupa misógina o que de verdad hay progreso en el país?
Claudia Sheinbaum es una mujer de inteligencia probada. Gobernar un país como México no es fácil ni para hombre ni para mujer, estamos en una situación muy compleja. Han cambiado algunas cosas y otras no o no lo suficiente. Siento que la forma en la que se refieren a ella es más sobre su género que sobre su capacidad. Creo que no sólo por ser mujer implica un cambio de criterio ni de actitud. Tenemos a Margaret Thatcher, que era mujer, pero su forma de pensar y de ver el mundo no tenía que ver con su experiencia de género.
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