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Tras 10 años de investigaciones, de revisar archivos y cotejar mecanuscritos y capítulos publicados de "Cien años de soledad", Álvaro Santana-Acuña —quien fue el primer investigador becado por el Harry Ransom Center para revisar el archivo personal de Gabriel García Márquez, adquirido por la Universidad de Austin en 2015— ha concluido el libro Ascent to glory. How one hundred years of solitude became a global classic (Ascenso a la gloria. Cómo Cien años de soledad se convirtió en un clásico global), que revela la génesis de ésta obra a cinco años de la muerte del Nobel.
Santana-Acuña, doctor por Harvard y profesor en el Whitman College, asegura que el objetivo de este libro que será publicado por Columbia University Press y que estará disponible en inglés a comienzos de 2020 (confía que una editorial hispanoamericana publique la versión en español) es entender la génesis de Cien años de soledad y su recepción internacional, para así explicar el proceso mediante el cual este libro se ha convertido en un clásico global.
“En el proceso de investigación he conocido otras facetas menos conocidas de la biografía de García Márquez y he podido entender de primera mano su proceso creativo”, señala Santana-Acuña, quien reconoce que uno de los elementos más interesantes que ha podido descubrir es el perfeccionismo de García Márquez.
“Uno se aleja bastante de la visión del escritor como un genio, uno lo que descubre tras la investigación es a una persona extraordinariamente profesional, extraordinariamente dedicada a la escritura y que quería lograr que sus originales fueran de la mayor calidad posible. Uno de los descubrimientos fue que García Márquez era un auténtico artesano de la palabra, que no tenía ningún tipo de dudas en retrasar la publicación de un libro si era necesario para lograr un texto de la mayor calidad posible, eso lo obligaba en muchos casos a revisar un texto definitivo varias ocasiones”, afirma el sociólogo cultural.
En el archivo personal del escritor, Santana-Acuña (Tenerife, España) ha rastreado la historia de esta obra literaria; a lo largo de 10 años ha visitado otros tantos archivos de Francia, España, Estados Unidos, Colombia y México; ha revisado acervos públicos y privados para recuperar y cotejar los cuatro mecanuscritos de Cien años de soledad que García Márquez envío a amigos de diferentes países para que leyeran la novela antes de publicarla; y además ha cotejado los siete capítulos de Cien años de soledad que Gabo publicó en diferentes revistas y diarios de distintos países.
Tras ese cotejo, Santana-Acuña sacó en claro muchas cosas, que García Márquez hizo otras varias correcciones, cambios y ajustes a su novela: cambió el nombre de Remedios “La Bella”, que antes era Rebeca de Asís; modificó elementos fundamentales en la novela, como que el coronel Aureliano Buendía “había llorado en el vientre de su madre y nació con los ojos abiertos” y que no estaban en versiones anteriores.
“Para mí, lo que convierte a Gabriel García Márquez en un genio no es el que él se sentase y de repente le llegaran las ideas por arte de magia, sino su capacidad de trabajo y su capacidad para editar sus manuscritos de tal manera que cada edición que realizaba le daba nuevos saltos de calidad; vemos cómo la calidad de sus mecanuscritos, de edición en edición, iba avanzando; había cambios de apellido, cambios de adjetivos, supresión de párrafos, añadiduras de nuevos párrafos, eso nos refleja la imagen de un escritor muy profesional y muy obsesivo y perfeccionista”, afirma.
Tras los rastros de un clásico. El coautor de "Hacia una nueva sociología del arte" asegura que lo que uno puede ver en el Harry Ransom Center son varios borradores de muchas de sus obras, sobre todo las obras posteriores a Cien años de soledad, “uno se encuentra con 10 o 12 borradores del mismo texto y eso es comprensible porque García Márquez, durante los primeros 40 años de su vida, no tenía una residencia estable y fue dejando atrás libros y papeles; por eso de Cien años de soledad sólo conservaba los mecanuscritos finales”, dice Santana-Acuña.
Fue hasta su estancia en México y luego en España que Gabo empezó a guardar más papeles relacionados con la génesis de sus obras, pero antes de Cien años de soledad, al parecer por una cuestión práctica, destruía todo, y por ello destruyó los cuadernos que utilizó para anotar ideas y datos de genealogía de los Buendía, diferentes mapas, planos y diagramas, y sólo se quedó con el mecanuscrito final.
“De ese mecanuscrito final creemos que se hicieron cuatro copias; García Márquez se quedó una copia, que es la que está en el Ransom Center; otra copia la envío a Argentina a la editorial Sudamericana; un copia más la envío a sus amigos en Colombia, y la tiene resguardada la familia de Álvaro Cepeda Samudio; otra se la dio al crítico Emmanuel Carballo, y que está en el Museo Soumaya. La única copia que no se ha podido localizar es la que envío a Sudamericana, las otras existen y las cotejé”, dice el investigador español.
Álvaro Santana-Acuña ha rastreado a tal grado la génesis de "Cien años de soledad" que también en México revisó las pruebas de imprenta de esta novela emblemática del realismo mágico. Dice que se trata de un documento muy importante para entender precisamente cómo García Márquez le hizo cambios al texto hasta el final, porque no sólo son cambios relacionados con errores de tipógrafo, sino cambios más sustanciales; ahí se ve que añadió un párrafo sobre el embarazo de Úrsula Iguarán, en marzo, cuando quedaban sólo dos meses para que la novela saliera a la calle.
En ese libro que le llevó 10 años, y cuyo origen fue su tesis de doctorado en Harvard, Santana-Acuña habla de las leyendas, mitos y polémicas que rodean a Cien años de soledad, incluso dice que hay muchas historias de cómo el libro tuvo su origen.
“En ningún momento trato de desmitificar la novela, todo me ayuda a entender que los mitos que rodean las obras literarias están también fundamentados para entender su transformación en obras clásicas; analizo también cómo estas historias que rodean a Cien años de soledad han contribuido también a su estatus de obra clásica global”, concluye el colaborador habitual de The New York Times en español y El País.